Placeres culpables y osos de peluche robóticos

Ilustración de cabecera realizada por María Peña.

 

“Este caso no está bien resuelto”. “Los personajes no son creíbles”. “Eso se contradice con lo que pasa en el primer juego”. “Esa idea ya está muy vista”. “El protagonista no tiene personalidad”. “Las mecánicas son muy repetitivas”. “Hay momentos que no aportan nada a la trama”. “Esto se veía venir de lejos”. “Esto era imposible de averiguar”…

Estos son algunos comentarios que he recibido cuando he dicho que me encanta la saga  Danganronpa (Spike Chunsoft, 2010-2017). Muchísimas gracias por la información a todos (remarco el “todOs”). Ahora, una pregunta: ¿De verdad creéis que sois más conscientes que yo de todos los fallos que tiene una de las series de videojuegos que más disfruto y que más en profundidad conozco?

Mi cabeza cuando me venís a dar la lata con el tema.

Mi amor por el mundo de Danganronpa comenzó hace unos nueve años, cuando vi el anime dedicado al primer juego (Danganronpa: Trigger happy havoc, de 2010). Con subtítulos malos. Un anime en el que intentan reducir un juego de unas veinte horas de gameplay a doce capítulos de algo más de quince minutos. En el que se saltan partes del material original muy importantes para la trama en juegos posteriores. En el que hay sucesos imposibles de entender bien por la velocidad a la que pasa todo. En el que ni siquiera te da tiempo a desarrollar un ápice de cariño a los personajes.

Pero no me importó. El mundo que Danganronpa proponía iba más allá de todos aquellos problemas: distopía, adolescentes encerrades en una escuela obligades a matarse entre elles, juicios para resolver los distintos asesinatos, un oso de peluche robótico como gamemaster y un millón de enigmas sobre el universo en el que todo se desarrolla. Había demasiados elementos que encajaban dentro de mis “debilidades” como para que aquello no despertase algo en mí. No es que me pareciese lo mejor que había visto nunca, pero sí lo pasé de maravilla viéndolo y me dejó con ganas de más.

Tiempo después, a falta de una plataforma donde jugar a este título, vi el gameplay que el youtuber NicoB hizo de Danganronpa 2: Goodbye Despair (2012). Siendo el juego una novela visual con mecánicas bastante reducidas, tampoco es que tuviese mucho problema con ver a otra persona jugarlo en vez de hacerlo yo. Y aquel visionado fue el que lo cambió todo. Más allá de todos los memes que salieron para les fans de la saga gracias a NicoB, todo lo que la primera parte planteaba, aquí explotaba. La trama adquiría mayor complejidad, se comenzaba a explicar mejor el mundo propuesto y, ahora sí, daba tiempo a encariñarse con los personajes. Las lágrimas que pude derramar yo por mis chavales de Danganronpa 2 dejaron al nivel del subsuelo a las que James Cameron consiguió arrancar con Titanic a toda la humanidad.

Me llamo Gundham, me gustan los hámters, soy taciturno, vegetariano… Animalista.

Yo era consciente de que había muchos problemas en toda aquella historia que tanto me gustaba. Pero me daba igual. Quería fanarts, fanfics, merchandising, nuevo material oficial, más juegos, más animes… Cuando tuve la PlayStation 4 y crearon una edición especial que incluía el primer y el segundo juegos, un pequeño libro de arte y algún obsequio más, la compré prácticamente el día de salida. Y, por supuesto, jugué a aquellas novelas visuales con mecánicas escasas aunque ya sabía lo que pasaba. Y, por supuesto, disfruté como une niñe.

Salieron más animes, más videojuegos, novelas oficiales… Adquirí, en cuanto salió, una edición del último juego oficial de la saga (Danganronpa V3: The end of Hope’s Peak Academy) en la que se incluían adaptaciones físicas de la gorra de uno de los personajes y la mochila de otro. Es el primer título de la saga que jugué sin información previa. Fue una experiencia divertidísima en la que saqué todas mis dotes detectivescas, me reí a carcajadas y sentí que me arrancaban el corazoncito unas cuantas veces. Hay que ver lo que un oso de peluche robótico maligno puede llegar a hacerte llorar.

Este es el bicho que me arruinó la vida.

Este es, pues, el resumen de mi travesía a través de los mundos creados por Kazutaka Kodaka, quien dio lugar, para un amigo y para mí, a la palabra “kodakada”, sinónimo de “obra de ficción divertida, triste, bizarra y llena de giros de guion absurdos que nos hace felices”. Llevo desde los diecinueve años dándole una oportunidad a todo el contenido de Danganronpa que puedo. Tengo peluches, llaveros, ilustraciones y fanzines de Danganronpa. He hecho cosplay de un personaje. Es muy probable que me haga incluso un tatuaje relacionado con la serie. ¿Y me vienes a decir que “este caso no está bien resuelto”?

Citando a uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo: “¿y tú te crees que a mí me importa?”. Piénsalo un momento. Estás hablando con una persona que tiene toda su habitación llena de cosas de ese universo. ¿De verdad crees que esa persona no ha reflexionado sobre él? ¿O a lo mejor esperas que tus inteligentísimas apreciaciones sobre lo malo que es le hagan cambiar de opinión? Una de dos: o esa persona ha encontrado una solución al problema de guion que planteas, o es consciente de él y le da exactamente igual. Quédate con la opción que más miedo te dé.

VosotrOs cuando veis que me da igual lo que digáis.

Sin embargo, hay algo que sí pienso que se debe criticar sobre Danganronpa, pero no tiene nada que ver con la construcción de la trama. Por desgracia, es algo aplicable a un número enorme de videojuegos: la escasa representación de colectivos oprimidos (y, cuando la hay, bastante cuestionable) y la hipersexualización de muchos personajes femeninos (y más aún siendo adolescentes). Este es, sin duda, su aspecto más problemático y uno de los menos mencionados. Yo, como fan entregade, soy consciente de cada momento machista, gordófobo o lgbtiafobo que hay. Y los señalo y desearía que no estuvieran. El resto funcionaría igualmente bien sin la presencia de todos esos momentos dirigidos a contentar a sectores de la población (ejem ejem incels) muy concretos.

Soy le primere a quien le saltan las alarmas cada vez que aparece algo así. Puedo intentar pasar por esas partes lo más rápido posible. Puedo avisar a quienes quieran comenzar con la saga si me piden opinión. Puedo escribir un artículo mencionando que, por mucho que Danganronpa me encante, le falta mucha representación y le sobra mucha machirulada. Y voy a seguir haciéndolo. Pero también voy a seguir disfrutando de Danganronpa. A no ser que me entere, por ejemplo, de que Kodaka financia activamente con el dinero que saca del proyecto a… Qué sé yo, organizaciones de odio hacia las personas trans.

Así pues, ¿es la saga Danganronpa mi placer culpable? Para nada. No me siento culpable por lo muchísimo que me gusta. No me da vergüenza admitirlo. No tengo que sentirme mal por disfrutar algo que no es perfecto. Por deformación profesional, me paso el día analizando todas las ficciones que consumo. Y a veces, por mucho que analice, la conclusión a la que llego es que, en cuanto salga, me voy a lanzar a por más contenido de les adolescentes encerrades y el oso de peluche robótico.

Clau Domínguez

Cuando tenía tres años, a mis padres les tocó una Sega Megadrive en una caja de cereales y me obsesioné con Sonic el erizo. Muchas horas de PlayStation, Wii y PC me llevaron hasta el maravilloso mundo de los títulos indie y ahora estoy escribiendo mi primer guion de videojuego. Ah, y me gustan las ranas.

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