Omori y la importancia de perdonarnos

Ilustración de cabecera realizada por SannyPm.

Este es tu folio en blanco. Llevas enfrente de él desde hace semanas. Y sigue en blanco.

Porque esto se te da fatal.

Pierdes el tiempo. Deberías dejarlo. Nadie te va a leer.

Tú también la sientes, ¿verdad? La sombra que hay a tu espalda.

 

A veces la vida nos pasa por delante. Y ni siquiera tiene el detalle de avisar. Es un día cualquiera, estamos tan tranquilas en casa, en el trabajo o con nuestres amigues y, de repente, aparece una gran ola de la nada y nos engulle. No sabemos qué hacer, no podemos reaccionar, así que bajamos los brazos y dejamos que nos lleve la corriente. Cuando abrimos los ojos, estamos en un lugar oscuro. Depende de nosotras volver a la superficie o convertir ese espacio en nuestro hogar. Y Sunny, el protagonista de la historia, tuvo claro qué hacer.

 

Bienvenido al espacio en blanco. Vives aquí desde que tienes memoria. 

La vida de Sunny se paró cuatro años atrás. Todo por un error. Un pequeño, estúpido y terrible error. La ola le devoró y no pudo huir, no quiso huir. En su lugar construyó un espacio seguro donde sentirse a salvo. Y ahora nada ni nadie puede herir a Sunny, no en el espacio en blanco. Allí se desvanece junto a todo lo que le ha causado dolor. Sunny se ha ido, solo queda Omori (OMOCAT, LLC, 2020). 

Lo más cerca que he estado de ser feliz es estando dormido…

Omori es un chico monocromático, como todo lo que hay en su habitación: un gato, una caja de pañuelos, una libreta, un portátil, una puerta… todos estos elementos tienen algo en común y es que su color es blanco o negro. Incluso la luz de la bombilla es de color negro. Mientras permanezca en ese lugar todo estará bien. Sin embargo, si echamos un vistazo a su cuaderno de dibujos (donde el rojo adquiere un protagonismo especial) o al diario de su ordenador, nos daremos cuenta de que Omori está muy lejos de encontrarse bien. Pero todo mejora cuando cruza la puerta blanca, porque en la habitación de al lado le esperan sus amigos. Aubrey, Hero y Kel siempre estarán ahí para él; como su hermana Mari y su mejor amigo Basil, las dos personas más importantes en la vida de Omori. Un mundo de diversión y aventuras aguarda tras la puerta blanca: Juegos, visitas a la playa, pícnics… siempre que permanezcan los seis juntos todo irá bien. Pero un día, mientras se divierten mirando el álbum de fotos de Basil, éste ve una foto que le recuerda algo horrible y todo se desvanece. El protagonista vuelve al espacio en blanco y entonces… despierta.

Es de noche, ya no hay fantasía, ni cálidos colores pastel. Solo una casa normal y corriente. No están sus amigos, solo queda Sunny. Y cómo se vaya a desarrollar la historia depende de nosotras.

Omori (Omocat, 2020) se nos presenta como un juego de terror psicológico, y justo en el término psicológico está la clave, porque nos muestra de forma muy creíble y empática la historia de un error que trastoca la vida de todos los personajes de la obra. Podría hablar de lo bien que se retratan las fases del duelo, o de lo bien diseñados que están sus personajes (cada uno se merecería un artículo para él solo). Pero me quiero centrar en el jefe final, ya que considero que es una de las mejores batallas que he visto en un videojuego. No porque sea una lucha espectacular o un gran reto. No, es mucho más. Y quiero mostraros por qué.

Aunque no es un juego para todo el mundo, os animo a que lo probéis porque merece la pena. Si no os lo habéis pasado, o tenéis pensado hacerlo, cuidado porque a partir de aquí… ¡Se vienen spoilers (y de los grandes)!

(Trigger warnings: depresión, suicidio, traumas)

Un violín roto.

Una pelea con su hermana.

Unas escaleras.

Un plan funesto.

Un árbol.

Una última mirada.

La nada.

Estamos acostumbradas a que las peleas contra los jefes finales en los RPG sean batallas tan épicas como largas. Y no solo eso, cuando pensamos que hemos terminado… ¡Sorpresa! ¡El enemigo se ha transformado en algo más grande y más feo! ¡O doble sorpresa! Resulta que ese no era el malo maloso de la historia y este señor salido de la nada (que además es una especie de deidad) es el VERDADERO villano de la historia. ¡BOOOM! Esa no te la esperabas, ¿verdad?

Sin embargo, el jefe final de este juego es corto y fácil. Es una pelea íntima pero con un gran significado. Es una batalla perfecta, porque el enemigo final en Omori es… Omori.

 

 

Sunny creó a Omori tras la muerte accidental de Mari y el posterior encubrimiento (para nada accidental) del suceso. La culpa le aplasta hasta tal punto que la última imagen que ve de su hermana se convierte en un monstruo que le acecha. Es un asesino, tiene las manos manchadas de sangre y es un mentiroso. No puede afrontar lo que ha hecho y se aísla del mundo, se encierra en sí mismo. Está solo… Hasta que aparece Omori.

Si fuera psicóloga (que no lo soy) es bastante probable que me pusiera a divagar sobre el tipo de patología que sufre Sunny. ¿Trastorno de estrés post-traumático? ¿Doble personalidad? ¿Disociación? Poco importa para explicaros lo bien implementadas que están las mecánicas del videojuego en la narrativa de la historia y por qué la batalla final en Omori me parece una conclusión brillante.

En el juego comenzamos manejando a Omori. Conforme avanza la historia y conocemos más acerca de Sunny, podemos pensar que Omori es un mecanismo de defensa del chico, una especie de protector. Sin embargo, cuando llegamos al final del espacio negro y vemos a Omori en su trono de manos rojas tras matar a Basil, nos damos cuenta de que algo no va bien con él. Nada bien.

Puede que naciera como un mecanismo de protección, pero se ha convertido en el carcelero del protagonista. Y la persona que más le odia en el mundo. Porque Sunny es la persona que más se odia en el mundo. Ahora que está enfrente de su mayor enemigo puede luchar o puede huir. Pero elige enfrentarse a sus miedos. La batalla comienza.

Y empieza con una melodía que llega al alma. Una canción lenta, íntima, melancólica, interpretada por un único instrumento: el violín de Sunny. El violín que destrozó el día del recital. El causante de la muerte de Mari. El recuerdo doloroso que escondió en la caja de juguetes durante 4 años. El instrumento que consiguió reparar gracias a los recuerdos felices con sus amigos. El arma que le permitirá vencer a Omori.

Sin embargo, la batalla contra Omori es una pelea que Sunny no puede ganar. Porque así es la vida, a veces la depresión nos golpea y no es suficiente calmarse y atesorar recuerdos. También tenemos que levantarnos después de la caída. Tenemos que elegir levantarnos, y esa no es una decisión fácil.

Aunque llegue un punto en el que solo queremos olvidar, no podemos alejarnos del dolor eternamente, porque con el tiempo volverá. Siempre vuelve. Y lo hará cada vez con más fuerza.

Este hecho se representa muy bien en la batalla, ya que a medida que avanza la lucha, Omori se vuelve más fuerte. Cuando pensamos que hemos ganado, se nos muestra un mensaje: Omori no sucumbió. Y comienza de nuevo la batalla, pero los ataques de Omori son cada vez más agresivos y fuertes. Aunque lo peor no son sus ataques físicos, el aspecto más doloroso (y preciso) de esta batalla son las frases que lanza a Sunny. Palabras más hirientes que la peor de las puñaladas:

Tus amigos te abandonarán como tu los abandonaste a ellos. Y eso es lo que mereces.

Pero continúa luchando.

Personas como tú no merecen vivir.

Recuerda las palabras de apoyo de tus amigos.

Todo lo que hagas solo empeoraría las cosas.

Calma tu respiración.

Mari te quería… y la mataste.

Recuerda el amor de tu hermana.

Lo mejor sería morirse, simplemente.

Llegará un punto en el que Omori no dirá nada nuevo. Tan solo repetirá la última frase una y otra vez, porque eso es lo que merece el protagonista. Y da igual lo mucho que éste se esfuerce en la batalla. Omori no sucumbirá. Pero Sunny… Esa es una historia diferente.

 

 

Omori no reacciona a los ataques, no sufre daño alguno, tan solo se hace más fuerte. Y Sunny más pequeño. Poco a poco Omori juega con la percepción sensorial de Sunny cambiando de escenario en cada “fase” de la batalla. Del espacio en blanco “se transporta” al trono de manos rojas; en la siguiente fase le muestra la imagen distorsionada de la cara de su hermana; después añade imágenes borrosas del cuerpo de la chica con el cuello roto y deformado por el ahorcamiento; y, por último, las siluetas de sus cuatro amigos ahorcados. Y no solo eso, conforme Omori se hace más fuerte, la música del violín se debilita, ahogada por gritos y voces distorsionadas que cada vez son más numerosas e intensas.

Omori no sucumbirá. Sunny sí.

Como ya he comentado, no se puede ganar a Omori porque, en realidad, una persona no puede ganarse a sí misma. No se puede matar a un trauma, pero el trauma sí que puede destruir a cualquiera. Por eso cuando inevitablemente Sunny cae derrotado, se nos pregunta si queremos continuar. Podemos rendirnos y ver cómo el muchacho, incapaz de aceptar la verdad, se suicida. O podemos continuar y hacer las paces con el pasado. Cuando Sunny abraza a Omori y éste último se desvanece, podemos sentir como Sunny por fin se ha perdonado y puede seguir con su vida.

 

Solo porque hayas hecho algo malo… no significa que seas malo

Dicen que perdonar es divino, pero somos humanas. Todas nos hemos equivocado alguna vez, a todas nos han herido en alguna ocasión. Y puede que no siempre queramos perdonar a esa persona, ¿por qué deberíamos? Solo nosotras somos conscientes del daño que nos han hecho. Por eso me parece un acierto que el final de Omori se quede abierto en ese sentido. Nunca sabremos si sus amigos le perdonarán o no, pero él se ha perdonado a sí mismo y está preparado para asumir las consecuencias.

Si algo me ha enseñado Omori es que todas merecemos una segunda oportunidad. No hace falta que nuestros actos hayan sido horribles para que nos atormenten. Debemos perdonarnos, salir de ese lugar oscuro y continuar con nuestra vida. Aunque sea un asco, aunque cueste. Nunca es tarde para la redención. Afortunadamente… siempre recordaremos el camino de vuelta a casa.

 

Este fue un folio en blanco. Estuviste enfrente de él desde hace semanas. Ya no está en blanco.

Porque puede que se te dé fatal.

Porque puede que nadie te lea.

Pero te da igual, porque la sombra que hay a tu espalda ha desaparecido. Y no importa lo que pase, no vas a abandonar. Seguirás intentándolo.

Porque sé que puedes hacerlo.

 

Gata Pixelada

Diseñadora de profesión, escritora de corazón y agente del caos siempre que puedo. Enamorada de los videojuegos desde que descubrí que el mando de la mega drive no era un croissant de chocolate. Sueño con montañas de libros y mi propio ejército gatuno. Yo soy cola, tú pegamento.

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2 comentarios

  1. Muy buen análisis.

  2. ¡Muchas gracias!
    Me alegra que te haya gustado

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