11:11. Memories retold, cuando lo importante es la historia

Ilustración de cabecera realizada por Lidia.

Uno de los mejores recuerdos que guardo de jugar a videojuegos es de hace veinte años. Un día a la semana desahogaba todo mi estrés machacando a todo zombie que se me pusiera a tiro en la segunda entrega de House of the Dead. Media hora bastaba para evadirme a otro mundo y volver de él mucho más animada y tranquila. Aún hoy es un tipo de terapia que uso y, quitando Overwatch, lo cierto es que los shooter no son para mí más que eso, una forma de descargar frustración.

Y en ese bloque he ido incluyendo (mal hecho, pero esa es otra discusión) todos los juegos de guerra. Si miráis en mi estantería de videojuegos solo encontraréis un ejemplo: la última entrega del Call of Duty, y sólo porque venía con el pack de Xbox que me compré hace un año. Así que, con estos antecedentes, no es de extrañar que la primera vez que escuché hablar de un videojuego sobre la Primera Guerra Mundial descartara la información y la lanzara a la última esquina de mi cerebro. No era para mí.

Sin embargo, lo siguiente que escuché sobre el juego empezó a intrigarme. Detrás del desarrollo estaba Aardman, un estudio audiovisual del que soy ferviente seguidora desde hace años. No tenía muy claro su papel en el videojuego pero, desde luego, merecía la pena seguir teniendo el título en mi radar. Todas las noticias que me llegaron después no hacían sino afianzar la idea de que acabaría comprándomelo. Y lo hice. Concretamente, el día de su lanzamiento. Y es que 11:11. Memories retold no es un juego de guerra, es una aventura narrativa de las que te llegan al corazón y te lo dejan en un puño.

La historia es, aparentemente, sencilla. Harry es un fotógrafo que se enrola con el único propósito de enamorar a una chica a través de sus fotografías. Kurt se verá forzado a alistarse en el bando alemán para buscar a su hijo Max, desaparecido en el frente. Con ellos avanzaremos en la historia hasta el 11 de noviembre de 1919, Día del Armisticio, conociendo el otro lado de la batalla.

En términos de jugabilidad, 11:11. Memories retold no es ninguna maravilla. Los puzzles son fáciles, la variedad de acciones que puedes realizar es muy limitada, y tus decisiones se limitan a las fotografías que haces y las cartas que escribes. Y, sin embargo, podrían haber eliminado todo esto y aún así me habrían tenido las seis horas que dura el juego, aproximadamente, enganchada al mando y pendiente de cada escena. Porque mover cajas o deslizarte en sigilo o caminar por una barandilla inestable no son sino las excusas que el juego nos da para escuchar conversaciones, disfrutar de la música y, sobre todo, quedarnos prendados de la belleza de cada pincelada.

Dos son los pilares sobre los que descansa la solidez de este título. Por un lado, el apartado gráfico. No hay escenas hiperrealistas, sino cuadros impresionistas. Cada una de las escenas está cuidada hasta el más mínimo detalle en ese aspecto, hasta el punto de que me he visto obligada más de una vez a dejar de hacer capturas de pantalla para observar detenidamente. La decisión funciona, además, no sólo por su belleza, sino porque transmite la calidez que la historia quiere hacerte llegar, o la destrucción, la urgencia, la desesperación de los personajes. El cambio de paleta según el momento narrativo es una de las mejores decisiones artísticas del juego, y no habría funcionado ni la mitad de bien si, en lugar de lienzos, estuviéramos viendo un apartado gráfico como el de Assassin’s Creed Odyssey o cualquier nueva entrega de Tomb Raider. No poder ver con claridad los rostros de los personajes ayuda también a transmitir la sensación de que, en cualquier bando, podríamos ser cualquiera. Y eso, la identificación no sólo con los protagonistas, sino con los soldados del segundo plano, es una de las claves para que la historia nos atrape.

El segundo pilar maestro es, sin duda alguna, la historia que nos cuenta. No hay grandes momentos heroicos, al menos no tal y como estamos acostumbrados en los juegos de guerra. No hay grandes dilemas morales que te obliguen a optar por un bando u otro. En ningún momento se nos obliga a decidir cuál es el bando “bueno” o el bando “malo”. Porque la historia no es la guerra. La historia son las pequeñas decisiones que dos hombres se ven obligados a tomar por aquellos a los que aman en una situación completamente anormal. No hay una concienciación ideológica en el alistamiento de Harry. Solo el deseo de no pasar desapercibido por la mujer que quiere. Ni tampoco en la decisión de Kurt de viajar al frente, sólo el deseo de encontrar a su hijo. Pero sí hay decisiones morales en las cartas que escribe a la pequeña Lucie. ¿Seremos sinceros y crudos o intentaremos alejar de ella el monstruo que es cualquier guerra? Y en las fotografías de Harry, ¿optaremos por los pequeños detalles de belleza que nos acompañan o por la exaltación del heroísmo y la valentía?

Estas opciones, además de tener algún impacto en el desarrollo de la historia, calarán sobre todo en nosotros. Porque, de algún modo, nos obligan a ponernos en su piel y pensar qué haríamos nosotros en su lugar. Y dejad que os diga una cosa, ni sentada en el sofá de mi casa, escuchando canciones del frente a través de mi televisor, me resultaba fácil saber qué decirle a Lucie. Y es que, si le decía la verdad ¿estaría ayudando, de alguna forma, a que no quisiera repetir los mismos errores cuando creciera? ¿O simplemente la estaba llenando de desesperanza e ira? Y mentirle y decirle que todo era una aventura, ¿le estaría dando falsas esperanzas de ver regresar sana y salva a su familia? ¿O le metería en la cabeza una falsa aspiración de heroísmo que le hiciera cometer alguna tontería al crecer?

11:11. Memories retold no es un juego cualquiera. Y no es un juego para cualquiera. Ni para cualquier momento. No se trata de su dificultad, que ya hemos dicho que es inexistente, sino de lo que despierta en nosotros (sii lo dejamos). Acercarse a este juego no es algo que debe hacerse a la ligera, porque si lo haces esperando una aventura bélica, saldrás decepcionado. Pero si lo que buscas es que te cuenten una historia diferente, si buscas que te obliguen a ponerte en los zapatos de otro (cosa que yo rara vez puedo hacer en muchos juegos, incluso aunque los venere en otros aspectos), entonces sí es para ti. Si eres de los míos, de los que se engancharon a Life Is Strange o Captain Spirit; si disfrutaste con Detroit: Become Human; si eres de los que a veces necesitas que te cuenten una buena historia; o si eres capaz de comprender la angustia que puede transmitir el rescate de un gato en una trinchera, entonces no lo pienses más. 11:11. Memories retold es para ti.

Y si acabas con la piel de gallina, el corazón en un puño, un nudo en la garganta y alguna lágrima que se escapa, no digas que no te avisé.

María Martín

Licenciada en Periodismo, llevo juntando letras desde que tengo uso de razón, y ganándome la vida con ello desde hace unos 20 años. Jugadora desde los años del Commodore 64, le debo todo lo que sé a Sierra Entertainment y LucasArts. Lectora empedernida y consumidora incansable de series y de cine, me desestreso con los shooters, adoro las aventuras gráficas y he dedicado cientos de horas a seguir siendo igual de desastre con los plataformas que cuando empecé. Si no me ves en la vida real será porque esté paseando por Azeroth con mi elfa druida.

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