Ilustración de cabecera realizada por Marita
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Si hay algo que nos supone el duelo, es un viaje. Uno en el que la sanación y el dolor pueden coexistir. Eso es lo que experimentamos en Selfloss (Goodwin Games, 2024), desde la perspectiva de Kazimir: un señor mayor atrapado en una especie de limbo eslavo lleno de puzzles que resolver y criaturas a las que ayudar a sanar.
El cuerpo como principal obstáculo y oportunidad
Kazimir es un anciano maltratado por la guerra que se libró entre humanos y gigantes y en Goodwin Games han sabido reflejar este detalle a través de su movimiento errático y lento.
Antes de despertar en Leeway, las tierras que atravesamos con Kazimir y que están inspiradas en Islandia, este tiene sobre su cuerpo lo que parece el espíritu de una medusa. La medusa, en diferentes culturas, representa la necesidad de sanar los dolores del pasado. Un detalle, imagino, nada casual, que nos adelanta las necesidades ocultas del anciano. Aunque no es el único que necesita sanar.
Conforme avanzamos descubrimos que Leeway está infestado de miasma, una alegoría de la corrupción y la oscuridad que daña tanto el ecosistema como las criaturas que viven en él. Es por esto que nos encomiendan la misión de liberar las tierras de esta plaga con la ayuda de un báculo mágico que, además de ser una de las piezas clave en la narración de la historia, es también la herramienta más poderosa.
El báculo es la única herramienta que el anciano maneja sin esfuerzo. En contrapunto está la hoz, un arma con la que pierde el equilibrio cada vez que la empuña y nos recuerda, una vez más, las limitaciones de su cuerpo achacoso.
Con el báculo, por otro lado, podemos controlar la luz. Un poder que nos permite desbloquear caminos, matar enemigos, completar puzzles y, lo más importante, realizar el ritual selfloss. Además podemos utilizarlo para desplazarnos con la barca entre las diferentes islas y enfrentarnos a los peligros que encontraremos por el camino.
La existencia del báculo hace que las limitaciones de Kazimir, como rodar, por ejemplo, que le supone un esfuerzo y no es la mejor opción en pleno combate, pasen a segundo plano y disfrutemos de mecánicas diferentes que nos darán la oportunidad de afrontar los escenarios de una forma menos agresiva y más contemplativa.
Cuando la muerte se convierte en relato
He aprovechado este artículo para informarme un poco sobre la mitología eslava y sobre el relato de la muerte de Koschéi el inmortal. Se trata de un personaje que, tanto en la mitología como en el juego, representa la naturaleza humana, escasez de recursos, corrupción y oscuridad. De ahí que Leeway esté infestado de miasma. Es Koschéi, una vez más, engañando a su destino, o tal vez la personificación del capitalismo más agresivo (basándonos en los escenarios).
En el juego se nos presenta como un hechicero caprichoso y cruel, hambriento de poder. Hace su primera aparición en una isla repleta de cadáveres de ballenas, las cuales se consideran sagradas y son un símbolo de conocimiento sobre la vida y la muerte en la mitología eslava. Esto no es casualidad, ya que Koschéi está obsesionado buscando la forma de burlar a la muerte (en este caso, Marena). Es el origen del miasma y el principal objetivo de Kazimir si quiere salir de Leeway.
A su vez, la muerte de este personaje simboliza la restauración del orden en el mundo frente al caos que genera. La clásica lucha de la luz contra la oscuridad, y victoria de esta primera, como solución a todo. Una especie de viaje del héroe, salvo que esta vez el héroe es un anciano que necesita sanar sus propias heridas a medida que sana las de otros.
Y es que eso es el ritual de Selfloss. Un ritual de sanación que consiste en buscar un objeto de valor para la criatura que necesita curar y atrapar la esencia de un pez de la pérdida. Los peces de la pérdida absorben el alma de los seres vivos que mueren. Esto quiere decir que cada vez que atrapamos la esencia de uno de estos peces, estamos atrapando el alma de los seres fallecidos que lloran las criaturas a quienes debemos ayudar.
Por otro lado, Koschéi no es el único ser perteneciente a la mitología eslava que vemos en Selfloss. También nos encontramos a Marena, la diosa de la muerte y a quien representan como una especie de diosa gigante cargada de simbología invernal; a Baba Yaga, a quien ayudamos y resulta ser clave en la aventura de Kazimir; y a seres como los domovois, los cuales hallamos en una zona boscosa y que están representados de una forma muy adorable.
Es bonito conocer relatos populares de otras culturas y ver cómo se explora la representación de sus protagonistas de formas tan diferentes. Esto también podemos verlo en videojuegos como Bramble: The Mountain King (Dimfrost Studio, 2023), con la mitología nórdica; Hades I y II (Supergiant Games, 2020 y 2024), con la mitología griega y, por supuesto, la saga God of War (Santa Monica Studio, 2005 – 2022), con las mitologías griega y nórdica.
Un limbo lleno de contrastes
El núcleo de la historia se basa, de nuevo, en el triunfo de la luz sobre la oscuridad, una lucha de contrastes que vemos reflejada también en los escenarios low-poly. Es gratificante moverse por las tierras de Leeway y disfrutar de unos colores neutros que cobran vida a través de los claroscuros en sus bosques y cuevas.
En todo momento vemos cómo Kazimir destaca entre su entorno de una forma sutil gracias a su vestimenta. Un entorno, como decía antes, inspirado en Islandia, lleno de vida, como son las criaturas mitológicas y los animales que lo pueblan, pero también lleno de muerte.
En lo que se refiere a la música, Selfloss tiene una banda sonora compuesta por Arigto que refuerza la melancolía y desolación que puede sentir Kazimir. Además, los efectos de sonido son agradables y están muy bien integrados, lo que nos permite meternos de lleno en el juego.
En definitiva, Selfloss es un relato de muerte pero también de esperanza: una historia emotiva que nos recuerda que el duelo es todo un viaje a través del cual podemos lamer nuestras propias heridas tras hundirnos en ellas, y que cuenta con unas mecánicas divertidas (aunque a veces frustrantes) y un apartado visual precioso acompañado de una banda sonora capaz de emocionarnos.