Tés, ranitas y muchas cosas bonitas

Ilustración de portada realizada por Libres Líos.

 

Viernes. Siete y media de la mañana. Desayunar. Vestirte. Una hora de transporte público hasta la escuela. Seis horas de clase. Una hora para comer el contenido de un tupper recalentado (al menos en teoría) en el microondas. Cuarenta y cinco minutos de transporte público hasta el trabajo. Cinco horas allí. Una hora de transporte público hasta casa. Once de la noche. Preparar la cena. Comértela. Ver un capítulo de algo. Dormir. 

Sábado. Siete y media de la mañana. No tienes por qué madrugar, pero te has acostumbrado a hacerlo y ahí estás, con los ojos como platos, dando vueltas en la cama. Te levantas. Desayunas. Piensas que no vas a poder echar la siesta porque a las cuatro y cuarto de la tarde tienes que estar saliendo de casa para ir a trabajar otra vez. Trabajas los fines de semana porque el resto del tiempo tienes clase por las mañanas, algún curso por las tardes y además hay que hacer las tareas para la escuela. Son las nueve de la mañana y dices “Voy a ver qué encuentro por la sección de juegos por menos de 20 euros de la PS Store”. Y entonces, la portada de un videojuego en la que se ve a una rana vestida de rosa llama tu atención: Teacup (Smarto Club, 2021).

Al leer la sinopsis descubres que Teacup es una ranita que había olvidado que esa tarde ha organizado una fiesta del té con sus amigues y no tiene los ingredientes para preparar las infusiones. Teacup es introvertida y le gusta estar en casa leyendo en silencio, pero ese día va a tener que salir para ir al pueblo a conseguir dichos ingredientes. Por lo que sea, te sientes identificade con Teacup. Además, como persona no binaria eres un tópico andante y, si hay dos cosas que te gustan, son el té y las ranas. Así que, como está barato, dices “Me lo he ganado. Voy a comprarlo”. 

Y esa misma mañana empiezas a jugar. No sabes si son los tonos pastel, el ambiente rural, la música alegre y desenfadada o la amabilidad de tus vecines, pero, poco a poco, quieres ser Teacup. Quieres que tu máxima preocupación sea organizar una fiesta del té. Quieres que todo el mundo respete que te guste la intimidad. Quieres poder ir a ver a tu abuela al otro lado del bosque.

A Teacup no le pasa nada si se equivoca. Puede que, tratando de completar un puzle para organizar unas verduras en un minijuego, falle porque todo el mundo falla, pero lo puede volver a intentar y nadie la va a regañar. El juego te da muchas facilidades para que Teacup gane una carrera de natación, pero, si no lo consigue, no pasa absolutamente nada; el resto no la va a juzgar y puedes hacer que vuelva a competir cuando quieras. Poco a poco, sin ninguna presión, sin ninguna prisa y siempre con apoyo, nuestra anfibia amiga va encontrando todo lo que necesita: miel, hierbaluisa, jazmín, escaramujo… Lo imprescindible para preparar las infusiones durante su fiesta. Cada vez que se hace con un ingrediente, en el libro que lleva consigo aparece información sobre él, desde una receta para hacer galletas hasta qué tipo de infusiones están más ricas con camomila o los efectos curativos del jengibre. 

Entonces paras un momento y te planteas: “Espérate… Esto está siendo muy sencillo. Muy cómodo. No me está costando ningún esfuerzo. ¿Y si estoy haciendo algo mal? ¿Y si estoy jugando a un juego para niñes?”. Pues sí, así es, Teacup está dirigido a público infantil… ¿Y qué? Para empezar, les niñes tienen el mismo derecho de jugar a videojuegos que tú. Además, que algo esté creado para elles no significa que su calidad sea inferior a lo que supuestamente está pensado para ti o que tú no lo puedas disfrutar. Son cosas que en realidad ya sabes, pero que no está mal que te recuerdes a ti misme de vez en cuando.

Así que sigues en tu búsqueda de ingredientes con una sensación a la que no estás acostumbrade. No sabes muy bien cómo referirte a ella. De forma personal, sueles disfrutar mucho los juegos con componentes de lógica porque sientes que estás estimulando tu mente y, cuando vas resolviéndolos, experimentas una enorme satisfacción. Teacup no tiene nada que ver con eso ni con la liberación de endorfinas de derrotar a un boss final. Tampoco te emociona hasta hacer que te caigan lagrimones, aunque piensas que puede haber gente a la que sí le ocurra. No, lo que experimentas con Teacup es, simplemente, paz.

Te resulta extraño sentirte así porque, de alguna forma, piensas que no te lo has ganado; que, para alcanzar esa paz, has tenido que conseguir ciertos objetivos antes. Es como si no tuvieras permitido disfrutar de caminar con calma por el pueblo, de hablar con sus habitantes o de observar los lagos, los campos y la plaza. Pero no es así. Lo que Teacup promueve es la tranquilidad, la falta de prisa y el camino entendido como un logro y un disfrute en sí mismo. Y, sinceramente, si te has ganado comprarte este juego, te has ganado recorrer ese camino.

Te das cuenta entonces de que hasta con los videojuegos, que son algo que te encanta y con lo que buscas una desconexión de tu rutina, sientes la necesidad de demostrar algo: lo inteligente que eres, lo buenas que son tus estrategias, lo bien que observas tus alrededores, la habilidad que tienes para pulsar los botones del mando, etc. Y llega Teacup y te dice que no, que no estás en el pueblo para eso, que te relajes, que merodees, que superes minijuegos sencillos y que prepares una reunión para cuatro amigues que tienen muchas ganas de estar contigo. Te cuesta procesarlo, claro, pero al final te acaba hasta gustando la idea.

Entonces dejas el juego para terminarlo otro día porque ahora tienes que prepararte la comida, comértela e ir al trabajo sin siesta de por medio. Pero lo haces con más calma de lo que lo harías en otro momento. Esto, por supuesto, es algo que podría pasarte a ti y que conmigo no tiene nada que ver. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, como se suele decir. La cuestión es que acabas pensando que, a veces, la mejor forma de lidiar con un mundo movido por la hiperestimulación, la competitividad y el capitalismo es ser una ranita y preparar una fiesta del té.

Clau Domínguez

Cuando tenía tres años, a mis padres les tocó una Sega Megadrive en una caja de cereales y me obsesioné con Sonic el erizo. Muchas horas de PlayStation, Wii y PC me llevaron hasta el maravilloso mundo de los títulos indie y ahora estoy escribiendo mi primer guion de videojuego. Ah, y me gustan las ranas.

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2 comentarios

  1. Qué preciosidad de artículo y con que paz interior te deja. Maravillada estoy.

    1. ¡Hola, Ariadna! Muchísimas gracias por tu comentario. Me alegra un montón que el artículo te haya generado esa sensación. 😀

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