Imagen de cabecera realizada por María Corredera.

La otra tarde comenté por el grupo de Discord que iba a probar Unpacking (Witch Beam, 2021), que estaba un poco harta de los juegos que tenía sobre la mesa y necesitaba algo que me distrajese. – ¿Unpacking?… ¡Ah! El juego de las mudanzas – me respondió un amigo, ambos nos reímos de lo ridículo que nos parecía pasar la tarde deshaciendo bártulos de la mudanza de otro, seguramente con mi casa más desordenada de lo que debería – ¿no estaremos ante el “Simulador de trabajo en el jardín” de los Simpson? – dije entre risas. Tres o cuatro horas después, no sabría decirte con seguridad, despegué la cara de la pantalla sabiendo que no es para nada un juego de mudanzas, ni de decoración, es mucho más que eso. Es el juego del hogar, de la intimidad, de la cotidianidad que recuerdas con añoranza al pasar los años. Es un juego que te deja el corazón calentito: la noche que lo jugué dormí con unas sensaciones maravillosas. Eso hacía mucho tiempo que no me pasaba con una obra de ficción… ni con una mudanza.

Unpacking tiene un planteamiento sencillo: se trata de deshacer las cajas de las mudanzas que se suceden en la vida de una persona. Este videojuego es una oda al amor por las cosas cotidianas, a las pequeñas historias, un juego que explora la añoranza, el calor del hogar. Tiene un puntito de fisgoneo y de curiosear en la vida ajena que al principio puede parecer impúdico, pero que después te engancha emocionalmente. Ya no son las cosas que alguien metió en cajas para una mudanza, sino que son recuerdos, son partes de la vida de unos ya-no-desconocidos que se nos cuenta de esta manera tan original. Que Witch Beam sea capaz de narrar una historia tan reconfortante y tan bien contada con una mecánica tan sencilla como abrir cajas de mudanza y colocar su contenido en armarios y estantes me parece de una originalidad absoluta. 

Para mí lo que cuenta Unpacking es una historia de amor porque en las casas habitualmente vive junta gente que se quiere. Padres, hijes, hermanas, compañeras de piso… Además, todo el que pasa por tu vida deja una huella por pequeña que sea en los espacios que habitamos. Es una historia de amor en la que las mecánicas, entiendo, tienen mucho que ver con el cuidado. Hay logros que solo se consiguen si ordenas bien tu ropa interior por ejemplo y creedme si os digo que tengo los cajones más ordenados en Unpacking que en mi propia casa. Hay algún logro que se consigue si dejas un mensajito en un lugar determinado escrito para otra persona que vive contigo, y esto solo lo conseguirás si le dedicas tiempo a colocar las cosas, si realmente te crees que es una vivienda en la que hay gente morando. Dedicarle tiempo y esfuerzo al orden es una manera maravillosa de dar amor, de ofrecer cuidados. Dedicarle paciencia a cuidar los espacios que habitamos todes las que vivimos bajo el mismo techo es una manera de educar en feminismo, en cuidados y en amor, y debo decir aun a riesgo de ponerme ñoña: no hay cosa más bonita en la vida que cuidar.

Captura realizada por la autora.

Es un juego muy femenino por el espacio que explora: el interior de nuestra casa. Ese espacio que fue una cárcel para muchas de nuestras madres y abuelas, y que nosotras solemos recordar como el sitio de los cuidados infinitos, ahora deviene el espacio escogido para desarrollar esta narrativa tan original. Cuando acabas el juego reflexionas sobre que ojalá algún día nuestro hogar pueda seguir siendo el lugar de los cuidados infinitos sin ser la cárcel de nadie. 

Y no quiero que se me malinterprete: no se trata de un juego “femenino en esencia”, no existe una esencia femenina que nos defina, huyamos de esos planteamientos esencialistas que nos han mantenido metidas en la cárcel del hogar por siglos. No es femenino en esencia, pero es femenino de facto. Las que hemos pringado en casa hemos sido nosotras. Ojalá los hombres hagáis que los cuidados comiencen a dejar de ser vistos como algo femenino y se conviertan en algo esencialmente humano, fundamentalmente humano. La revolución no está en poner a la mujer en la luna, sino en meter al hombre en el aseo a bañar a la abuela, no tengo dudas de ello.

Este videojuego se desarrolla en exclusiva en ese espacio que siempre se nos reservó a las mujeres. En la intimidad de la vivienda. Un espacio que como mujeres se nos ha hecho pequeño en muchas ocasiones, que nos ha aprisionado, pero que hemos hecho (muchas veces por obligación) el lugar más agradable del mundo, el mejor de los mundos posibles para las personas que lo habitaban, en el que hemos aprendido a cuidar porque a nosotres se nos ha cuidado. Volver a casa de mamá (o del progenitor que sea, no me jodáis el tropo) es para muchas algo más que simplemente pasar la noche en una cama diferente. No es como ir a un hotel, por más que nos lo hayan dicho mil veces, es infinitamente mejor. Quizá no tenga las sábanas más blancas y estiradas del mundo, ni el albornoz del rizo más gordo que puedas imaginar, pero no hay sitio mejor al que volver que a casa de mamá. 

Captura realizada por la autora.

Esas sábanas con olor a infancia. Ese cuarto donde todo está en el lugar exacto en el que busca la mano, ese baño en el que ducharse es un automatismo porque lo has hecho un millón de veces. La perfección encontrada en un lavabo con una esquina rota, en unas cortinas en la ventana del baño que dejaron de estar de moda hace algunas décadas… Eso es Unpacking. Esa perfección que encontramos fuera de la impersonal perfección de las casas de Instagram o de los hoteles caros. El hogar, en definitiva, lo construyen esas pequeñas cosas a las que no les damos ninguna importancia hasta el día en que te despides de ellas por culpa de una mudanza.

En el juego aprendemos que hay cosas que tenemos que guardar bien, hay recuerdos (figuras, suvenires, algunas prendas de ropa quizá…) que han perdido toda funcionalidad, pero que siguen siendo útiles para el alma porque nos recuerdan a personas o situaciones, nos dicen quienes hemos sido, qué hemos hecho, dónde hemos estado. Nos definen, nos identifican, son en parte nuestra identidad.

En este mundo de rapidez y vértigo, de impersonalidad y perfección, encontrar un espacio tranquilo y acogedor como Unpacking al que volver de vez en cuando es un lujo mucho mejor que ir al hotel más caro que conozcas. 

Captura realizada por la autora.

Xandra Garzón

Escritora e investigadora. Soy licenciada en Derecho y en CC Políticas, pero a mí lo que me gusta es jugar. Soy feminista recalcitrante y una mala pécora (como todas). He escrito cosas de noche que los señoros no se atreven a leer ni de día. Quizás hayas oído hablar de mí.

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3 comentarios

  1. Qué ganas dan de jugarlo después de leerte. Quiero sentir esa emoción tan única dentro del mundo de la ficción que parece transmitir unpacking.

  2. Leer artículos tan bonitos como estos le alegra a una el día. Muchísimas gracias!!!

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