Ilustración de cabecera realizada por Lucía Gallego.
A todos nos gusta viajar. Algunos viajamos para ver la ciudad, otros para ver arte, a otros les encanta probar la comida de otros países y otros buscan conocer la cultura de la mano de la gente autóctona. Carto ha sido para mí como este último punto, la fantasía de viajar y conocer gente bonita.
Este videojuego indie, desarrollado por Sunhead Games (2020) ha supuesto para mí el reencontrarme con estas ganas que siempre he guardado de viajar y escuchar a los demás. Desgraciadamente, las ganas se me fueron pasando al tiempo que envejecía y empezaba a comprender cómo funcionan tanto el ser humano como esta idealización de las culturas. Pero Carto ha sabido revivir en mí esa sensación, esa fantasía y, sumado a toda la gente bonita que tengo ahora a mi alrededor, no puedo si no querer seguir llenando mi vida de gente así.
Todo esto os lo cuento porque Carto va de eso. En realidad va de una niña que se pierde y que va explorando una tierra que no conoce para intentar volver con su abuela, con la que vivía, pero en el camino conoce a muchas tribus, cada una con sus costumbres, sus rituales, sus formas de vivir, a cada cual más adorable.
Y es que es esto lo que crea la fantasía, la idea de que la gente es clara, transparente, honesta, que lo que ves es lo que hay. La idea de que “la gente es buena y te va a recibir con los brazos abiertos” que se crea alrededor del concepto de viajar es un gran incentivo para la gente a la que le gusta este tipo de aventuras ligadas al lado humano y cultural, casi documentalista, en el que se va a aprender de las vivencias de otra gente o de otras formas de ver la vida, quizás para aprender a afrontar nuestra propia vida desde otro punto de vista.
Carto te pone en la piel de una niña que lo está viendo todo por primera vez. Ella vive en una aeronave con su adorable abuela sin, al parecer, haber bajado de ella nunca. Y, cuando cae a tierra firme debido a un desafortunado accidente (que ella misma provoca), no le queda más remedio que adaptarse a lo que va encontrando.
Como decía Machado “Se hace camino al andar”, y es que eso es lo que nos pide el juego que hagamos, que nosotres hagamos el camino, aunque en este caso es literal. Para ello Carto pone en tus manos el mapa que vas descubriendo a modo de fichas cuadradas que puedes ir moviendo. Esto quiere decir que tú eres quien da forma al mapa, puedes mover las fichas y girarlas para formar sitios nuevos y moverte o mover a los personajes.
Aunque en determinados momentos te puedas volver un poco loquer moviendo las fichas, sin tener ni puñetera idea de lo que estás haciendo, esta forma de interactuar con el mapa me ha parecido un acierto, ya que tienes que tener un diálogo con el propio mapa, entender qué te está diciendo en algunos casos y resolver el puzle para seguir avanzando.
Conforme avanzas conoces a diferentes tipos de tribus: Una que manda a sus niños cuando cumplen cierta edad a que vivan en otras islas, sin poder volver jamás; otra que tiene tradición de cantar a la naturaleza para que nazcan bien las cosechas; otra formada por mensajeros (sus barbas son muy importantes para ellos), junto con sus fieles animales de compañía, que quieren convertirse en los próximos guardianes de Madre (Tierra); y algunas tribus más que voy a mantener guardadas para no desvelaros todo.
Todas son diferentes, y ocupan diferentes tipos de tierra (costa, campo, bosque, desierto…). Pero todas tienen en común el estar conectadas a la naturaleza que les rodea. Y eso es lo que me lleva a enlazar con la fantasía que os contaba al principio, pues el viajar de la manera mencionada anteriormente es una forma de conectar de otra forma con nuestro entorno. El aprender diferentes costumbres y ver cómo la gente conecta con lo que tiene alrededor es una manera muy bonita de reaprender a ver el mundo. Es lo que muchos buscamos cuando viajamos, conectar con nuestro alrededor de otra manera y, al mismo tiempo, forjarnos a nosotros mismos, pues siempre intentaremos quedarnos con las cosas buenas o útiles que vayamos aprendiendo y podremos crear una versión más amplia de nosotros mismos.
Como una caja, vamos guardando las cosas que aprendemos de nuestro alrededor que nos pueden enriquecer y, como he dicho al principio, que al final nos van a ayudar a afrontar la vida de otras formas. Si viajamos y aprendemos conceptos nuevos, tendremos unas herramientas más diversas, y eso es lo interesante. Y es un poco triste, pero solemos estar más abiertos a este tipo de experiencias cuando viajamos que cuando escuchamos a nuestra vecina, aunque nos vaya a contar lo mismo que otra persona en la otra punta del mundo.
Otra cosa buena que tiene Carto es que también te pone en jaque el tema de las tradiciones, con un personaje que te acompañará parte del camino y que no está de acuerdo con la forma de ver las cosas de su tribu. Luego te explican el porqué de esta tradición, que tiene una historia más bonita, por supuesto, que muchas de nuestras tradiciones salvajes y sin sentido. Pero lo importante es que te muestra el pensamiento que se suele dar en la niñez y adolescencia, totalmente necesario, de “¿Y esto por qué es así?”. Ojalá no perdiéramos esa energía de querer cambiar las cosas con el tiempo.
Carto ha conseguido hacerme sentir de nuevo que quiero sentarme en una silla a escuchar las historias que la gente quiera contarme. Porque aunque sepa que siempre contamos lo que queremos contar, que lo adornamos para que quede la historia que queremos que los demás escuchen, o contamos la historia que nos contamos a nosotros mismos, al final sigue siendo el cómo esa persona afronta su realidad, y el viajar nos permite ser testigos de estas historias sin tener que implicarnos emocionalmente, por lo que no importa tanto si la historia es inventada, sino que esa persona te la ha querido contar, ha pensado que era importante o interesante.
El tomarte un tiempo para ver el mundo en modo espectador reflexivo, el sacar la cabeza de nuestro culo y mirar más allá de nuestra nariz, dándole importancia a las vivencias de los demás y no sólo a la nuestra; entendiendo el contexto de una forma de pensar, sabiendo que cuando cruces una frontera será de otra manera; pone en evidencia que todo lo que pensamos tiene, además de fecha de caducidad, metros de caducidad, si me permitís la expresión.
En Carto te encontrarás muchas escenas de este tipo, gente que te habla sobre cantarle a los cereales o por qué es importante eso que están haciendo, su tradición, sus rituales. Y tener esta experiencia con personajes tan tiernos como los que te presenta este jueguito, me parece que vale mucho la pena. Puedes incluso abrazar a un oso, no digo más. Desde luego para mí ha merecido mucho la pena el adentrarme en un bosque, con el apartado visual y sonoro que tiene el juego que es una maravilla, y dejar que la naturaleza y el mapa guíen mis pasos. He llegado a encender el juego y quedarme quieta, simplemente escuchando los sonidos y perdiéndome en los trazos de las pinturas que conforman los escenarios.
Además, irás encontrándote aviones de papel que te irá mandado tu abuela desde la aeronave, dándote ánimos y mimos, mientras exploras el mundo. Yo no le puedo pedir más a Carto, de verdad. Como dice este tierno personaje:
[…] En este episodio también estuvo Pelusa Orbital, codirectora de Terebi y punta de lanza del equipo de artistas de la web. No podía faltar ya que tocaba comentar su último artículo para la web, dedicado a Carto. […]
[…] también los artículos de este mes, donde nuestra directora de arte nos habla de su experiencia jugando a Carto. Nos ponemos filosóficas hablando sobre la importancia de darle más valor al viaje y no tanto a […]
Leer este artículo me ha llenado de carlosssito el cuerpo.