Dragon Age Origins: Entre dragones y ruinas

Ilustración de cabecera realizada por Helena.

Aparece el Archidemonio y ¡Bam! ya está aquí la Ruina. Dragon Age Origins (Bioware, 2009) es un juego de ambientación fantástica al que me gusta volver con más o menos frecuencia y que he acabado por conocer como la palma de mi mano. A pesar de no ser capaz de finalizar prácticamente ningún juego, algo hizo que quisiera llegar hasta el final de la historia e incluso más allá. 

La saga Dragon Age llegó a mi vida hace 7 u 8 años, con Dragon Age Origins . La primera partida comencé un poco sin expectativas y sin conocer absolutamente nada de los juegos de Bioware, no veía que el juego fuese para mí, demasiada historia, demasiado largo… Estaba equivocada. Aquella primera aventura terminó decenas de horas más tarde y me dejó un vacío tan hondo que tuve que hacerme con todos los DLCs para no tener que despedirme tan pronto de todos los compañeros que me habían ayudado en todos los líos en los que, queriendo o sin querer, me había acabado metiendo.

Dragon Age: Origins parte del típico inicio de “todo se ha ido al garete y a ti te toca arreglarlo, apáñatelas y salva el mundo”. Pero tiene algo que me llama mucho la atención y es que tu personaje, tú, no eres un héroe predestinado a grandes hazañas, no hay una profecía que te guíe el camino, no eres El Elegido. Eres tan sólo un pobre desgraciado que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado y al que le cae encima el problemón de salvar el mundo del Archidemonio, la Ruina, de las hordas de engendros tenebrosos que aparecen como setas, de una insurrección, y debes incluso sacar tiempo para ayudar al pobre campesino que necesita que le hagas la compra de la semana porque a ti seguro que no te lleva mucho tiempo ir a la tienda, no como a él.

En el juego existen tres razas jugables diferentes, humanos, elfos y enanos, cada raza con diferentes trasfondos e historias de origen y la posibilidad de elegir entre mago, guerrero y pícaro si se juega como humano o elfo y únicamente como guerrero o pícaro si se juega como enano. A pesar de tener diferentes historias de origen, todo acaba llevando al mismo punto en el que tu vida se va al garete ya sea por una traición, una intriga palaciega, una boda fallida… Algo terriblemente trágico ocurre y ahí aparece nuestro salvador, Duncan, que se encarga de explicarnos qué es un Guardia Gris y nos recluta. Claro, que la idea de Duncan de rescate no coincide con la tradicional, puesto que al final acabamos en mitad del campamento del Rey Cailan en pleno frenesí antes de la batalla.

En este punto del juego yo seguía reticente puesto que el estilo artístico no es especialmente llamativo, incluso mirándolo con los ojos de 2009. Los escenarios parecían un tanto repetitivos y además la jugabilidad tampoco era nada del otro mundo. Había algo que me molestaba especialmente y era la falta de un mapa con brújula que me llevase hasta mi destino porque siempre acababa dando vueltas en el escenario, completamente perdida y sin saber adónde ir. Aún así, algo me decía que siguiese un poco más, que tampoco había jugado tanto y total, siempre había tiempo para desinstalar el juego. Nunca una intuición estuvo tan acertada.

A medida que la trama avanzaba y comencé a encontrar, repartidos por todo el mapa, pequeños fragmentos del lore, aquel mundo fantástico me atrapó. Ferelden dejó de ser una región extraña en un mundo desconocido, para convertirse en un lugar que tenía que defender y proteger de la destrucción. Las desigualdades e injusticias que las historias de origen de cada personaje dejaban entrever, se comenzaron a mostrar en toda su magnitud y miseria. Cada raza tiene sus particularidades, su propia historia, sus propios mitos, su propia religión de manera que, al convivir todas en una misma región, crean un mundo complejo. Desde el racismo y la esclavitud que sufren los elfos de ciudad, el terrible sistema de castas enanas, el Cantar de La Luz y la historia de Andraste, la vigilancia extrema a la que estaban sometidos los magos… Hasta apasionadas cartas entre enamorados, notas al pie de página en libros… Todo ello iba quedando registrado poco a poco en un Códice que no me canso de consultar y que, por más que lo intente, no consigo completar.

Y es que en este fascinante mundo, los personajes que nos acompañan en la locura de salvarlo todo también interactúan entre ellos, con el mundo y con nuestro personaje. Cada uno tiene una personalidad más o menos agradable, pero todos tienen historias propias, inquietudes y formas de ver el mundo diferentes. Y a todos- o a casi todos-, les cogí tanto cariño que, a pesar de haber jugado tanto que ya me sé el juego de memoria y sus líneas de diálogo, me sigo emocionando con cada una de sus historias individuales y las despedidas siguen doliendo tanto como el primer día. Estas historias se descubren a medida que se profundiza en la amistad, o el romance, con cada personaje, ya sea hablando con ellos, haciendo regalos que les gusten o tomando decisiones de acuerdo a sus valores.

Dragon Age - Terebi Magazine
(Imagen: Diálogo entre personajes in game. Captura propia)

Lo último que le faltaba a Dragon Age para conquistarme fue una toma de decisiones relevantes no solo para la trama si no para las relaciones entre mi personaje y los diferentes acompañantes posibles: el poder sentir que mis acciones tenían una importancia dentro del universo que afectaba no sólo a los posibles finales si no a cómo el resto de personajes se sentían con respecto a mí. Estas decisiones aparecen desde el primer momento del juego, en el que en una misión secundaria se pide que encuentres una hierba que salvará a los mabaris de guerra del Rey Cailan y, en función de si se completa o no, uno de estos mabaris se convertirá o no en uno de nuestros más fieles acompañantes.

(Imagen: Ejemplo de decisión, ¿Destruir el Yunque o no? Captura propia)

Al final, la toma de decisiones siempre acaba influenciando qué personajes me llevo de aventuras y a quienes dejo atrás en función de sus personalidades y de qué tipo de partida esté jugando. Por ejemplo, las partidas que intento jugar tomando decisiones caóticas o incluso malvadas, tiendo a evitar personajes que ante todo buscan hacer el bien, ya que con cada decisión contraria a sus creencias, disminuye el nivel de afinidad con nuestro personaje y tiene repercusiones negativas. Sin embargo, al llevar personajes con una moral más laxa, esta afinidad se ve reforzada, tiene efectos positivos e incluso nos permite conocer más en profundidad a cada personaje. Por eso acabé probando estilos de juego muy contrarios al mío, que me gusta hacerlo todo bien y tomar siempre las decisiones buenas. Simplemente necesitaba saber más de la historia de todos y cada uno de los miembros del elenco.

Dragon Age Origins sigue siendo uno de mis juegos favoritos, y a pesar de los años, de haberlo jugado una y otra vez para conseguir todos los finales posibles y todas las líneas de diálogo,volver a recorrer una vez más esos escenarios con los mismos personajes de siempre se siente como volver a un lugar ya no tan extraño, se siente como volver casa.

Dragon Age - Terebi Magazine
(Imagen: Grupo completo. Captura propia)

Irene González Velasco

Graduada en Ingeniería del Software. En mis ratos libres me dedico a hacer jueguitos, escribir y a no saber leer mapas en ningún juego y dar mil vueltas para llegar al sitio correcto.

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2 comentarios

  1. Dragon Age Origins es mi juego favorito y me sentí exactamente igual la primera vez que lo jugué, te enamoras de todos los personajes y el hecho de que empieces siendo un don nadie hace que te sientas mas involucrado con la historia

    ¡Gran artículo!

    1. Irene González Velasco

      ¡Muchas gracias!

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