Madrid, 1996. En un pequeño municipio cercano a la capital, vive una joven de 19 años. Una adolescente que, poco a poco, ha ahorrado parte de su paga para hacerse con un videojuego que la llama desde las estanterías de un conocido centro comercial.
Es una caja de cartón, de color naranja, con una ilustración del detective británico más conocido y su incansable compañero, junto a una estampa algo nublada de una torre de reloj con nombre propio. La joven ha leído la trasera de la caja para descubrir que en esos CD se esconden horas de diversión e investigaciones.
La adolescente, por supuesto, soy yo. El juego, Los Archivos Secretos de Sherlock Holmes: El Caso de la Rosa Tatuada (Electronics Arts, 1996).
Después de mis apasionados romances con LucasArts y Sierra, esta fue la primera (o la primera de la que soy consciente) en que me adentré en las aventuras gráficas de otro estudio, Electronic Arts. Tenía todo lo que yo podía querer: era un point & click, me iba a obligar a pensar y lo protagonizaba uno de mis detectives preferidos. Y no me decepcionó en absoluto. Aquella caja de cartón dio origen a una de mis historias de amor más duraderas.
El juego empezaba, tras un par de pantallas de introducción a los personajes, con una explosión en el Club Diógenes que hiere gravemente a Mycroft Holmes, con Sherlock y Watson de testigos. En un primer momento, todo parece apuntar a una explosión por una fuga de gas, y Sherlock, abatido, se niega a indagar. Será Watson, aguijoneado por la nota que les había convocado en el club, y en un intento de sacar a su amigo de la depresión, el que inicie la investigación. A partir de ahí, tendrás que recoger todas las pistas posibles en el Club y el hospital Saint Bart’s, en el que descansa Mycroft, para poder sacar a Sherlock de su trance. Solo un experimento que pruebe que la explosión no fue un accidente logrará despertar su interés. Y será ahí cuando cambiemos de personaje y encarnemos a Sherlock en lo que queda de aventura.
Poco a poco, a través de visitas a escenarios, interrogatorios a testigos y sospechosos y más de uno y de dos experimentos, lograremos dar con la solución del caso. Lo que en un primer momento se descartó como una fuga de gas accidental se acaba desvelando como toda una conspiración con asesinatos, chantajes y secuestros incluidos, en la que la seguridad nacional británica estará en juego.
Si nada de esto os ha convencido para bajaros alguna de las versiones ejecutables que pueblan la Red, no tenéis ni corazón ni alma aventurera. Con menos de eso, con un simple párrafo, yo me dediqué a ahorrar hasta que la versión original fue mía. Por supuesto, cuando los ordenadores mejoraron y ya no se podía jugar en ninguno, me deshice de él. Ya he dicho más de una vez que no era la más brillante de la clase. Acabo de consultar el precio de segunda mano y ronda los 200€ (yo lo dejo caer por si alguien quiere hacerme un regalo).
Pero que no os engañe mi “descuido” con las cosas materiales, Los Archivos Secretos de Sherlock Holmes: El Caso de la Rosa Tatuada me marcó muchísimo.
Para empezar, porque necesitabas usar las neuronas hasta dar con las combinaciones correctas y obtener respuestas. Segundo, porque era el juego más largo que había jugado hasta entonces, lo que me obligó a empezar a tomar anotaciones para no olvidar las deducciones y teorías que se iban formando en mi cabeza. Tercero, porque gráficamente era una pasada (para su época, lo sé). Pero es que además me permitió jugar con Sherlock y con Watson, por el que siempre he sentido debilidad. Sí, su protagonismo no fue largo, pero, aunque acaba convertido en secundario, sigue siendo esencial en la partida. Para avanzar, es aconsejable, incluso necesario, que Sherlock hable con él de cada paso y cada nueva averiguación. ¿Sherlock siendo humano y necesitando a su ayudante? Eso es algo que no se ve todos los días.
Recuerdo con especial cariño los paisajes, y cómo cuando te desplazabas a algún escenario clave se intercalaba una ilustración, de época, del edificio real. Ser capaz de reconocer algunos lugares de Londres, ciudad que siempre me ha atraído más de lo que es sano, sumaba a la diversión y al cariño que poco a poco iba creciendo en mí por aquella aventura.
La otra característica del juego que aún hoy me sigue maravillando, por lo rompedor que me pareció, era que no se trataba de una historia lineal. En el mapa tenías los escenarios a los que podías desplazarte. Una lista que primero era corta pero que iba ampliándose a cada paso. Y podías visitarlos en el orden que quisieras. Por supuesto, había cosas que dependían de que hubieras seguido unas u otras pistas, por lo que te veías obligada a visitar los mismos sitios más de una vez. Pero saber que tenías libertad para elegir, y equivocarte, era maravilloso, y sumaba a la duración del juego.
Los Archivos Secretos de Sherlock Holmes: El Caso de la Rosa Tatuada no era un videojuego fácil. Ni por asomo. Era necesario agotar casi todas las opciones, líneas de diálogo e interactuar con todos los objetos posibles para avanzar un paso. Recuerdo especialmente cómo me costó la vida entera pasar del hall del St. Bart’s la primera vez que lo intenté. Hasta el punto de que pensé en dejar el juego aparcado para siempre. Pero mi honra, y mi paga, estaban en entredicho, así que me dejé llevar por mi TOC para probar todas las opciones posibles de cualquier menú y al final logré mi objetivo.
Conviene hacer un inciso aquí para confesar que la caja incluía un libro de pistas. Si alguien piensa que lo usé incansablemente, está muy equivocado. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que recurrí a él. No por ser muy lista, no. Por ser cabezota como una mula.
Desde entonces he jugado muchos (si no todos) los juegos protagonizados por Sherlock Holmes. Han cambiado de aspecto, de estilo, de mecánicas y de desarrolladores. Pero me da lo mismo. En mi cabeza son todos parte de la misma saga. Y los he disfrutado mucho. Los he jugado siempre en desorden (Los Archivos Secretos de Sherlock Holmes: El Caso del Escalpelo Mellado, a pesar de tener dos años menos que este que nos ocupa hoy, no llegó a mi vida hasta bastante después), lo que no siempre me ha permitido apreciar la evolución de los acercamientos a la obra de Arthur Conan Doyle, pero ¿qué queréis que os diga? no ha disminuido en un ápice mi disfrute.
No tiene los gráficos de Sherlock Holmes: The Devil’s Daughter, ni la atmósfera fantástica de Sherlock Holmes: The Awakened. No te da la posibilidad de elegir el personaje jugable, y la solución es única. Y, sin embargo, nada de eso importa. Los Archivos Secretos de Sherlock Holmes: El Caso de la Rosa Tatuada fue uno de mis primeros grandes amores, y esos no se olvidan, ni se superan del todo, jamás.