En el último mes, Google se ha ganado un hueco en mi vida gamer, que posiblemente era la única faceta de mi existencia en la que, hasta ahora, no tenía ninguna influencia. Igual que en su momento pasó de ser solo un servicio de correo electrónico, y ni siquiera el que más usaba, a convertirse en mi GPS, mi agenda médica, mi puerta de entrada a Internet o mi disco duro, las últimas semanas me han visto pasar más horas en su ecosistema de videojuegos que en cualquier otra plataforma. Incluso aunque las juntaras. Y ahora que me he parado a hacer balance, debo reconocer que el resultado es agridulce.
“Hola, me llamo Tindriel y soy una ansias”. Así podría presentarme en cualquier reunión de Gamers Anónimas en los que hubiera que decir en voz alta nuestros peores defectos como jugadoras. Porque sí, soy un poquito ansias y si hay algo nuevo, o brillante, o bonito, tengo que probarlo cuanto antes. Como muestra, un botón: no he jugado a Animal Crossing en mi vida, y cada día tengo que recordarme que ya tengo una Switch para no pulsar el botón de “reserva” de la edición especial que sale en marzo. Así que, con semejantes mimbres, solo había una opción posible cuando Google anunció Stadia. Exacto, que acabara comprándola.
Resistí la tentación de reservar la Founder’s edition que salía en noviembre y aunque me repetía que esperaría, al menos, un año antes de encargar mi consola, lo cierto es que las Navidades no ayudaron lo más mínimo a cumplir mi propósito. Y el 6 de enero pude por fin abrir el paquetito que llevaba unas semanas esperándome ─ al menos eso sí lo pude cumplir ─.
Y en cuanto pude sacar unos minutos, me dispuse a configurar la nueva maquinita, convencida de que no me iba a llevar más de 5 minutos. Fundamentalmente porque en ninguna de las reseñas que había leído hablaban de problemas en esta etapa. Quitando el hecho de que el mando no tenía casi batería, el proceso fue bastante indoloro hasta llegar al final: conectar tu cuenta de Google Stadia con el Chromecast para jugar sin necesidad de tener el móvil por ahí rondando. Un mes después, sigo sin poder hacerlo. ¿Es un gran problema? No realmente: solo necesito el móvil para lanzar los juegos y no consume casi batería. Pero preferiría ahorrarme ese paso. Comodona que es una. Como también soy cabezota, algún día lo lograré.
Y ahora imaginaos la escena: estás en tu casa, rodeada de tus adorables felinos y cubierta por una manta. En tu preciosa tele está seleccionada la salida HDMI en la que has conectado tu última adquisición. Ya lo tienes todo listo y solo te falta lanzar el primer juego. El que sea, solo para ver si las quejas y los halagos recibidos son merecidos. Buscas la lista de juegos que tienes gratis con tu cuenta Pro y… son pocos. Cuando empecé eran 3, concretamente. Ni uno más, ni uno menos. En febrero subieron a 5. Dos shooters en primera persona, un simulador de granja, un arcade musical y una aventura narrativa, con elementos de acción y sigilo. De todos ellos, solo el último, Gylt, es – de momento, que igual las cosas cambian – exclusivo de la plataforma. El resto – Destiny 2, Metro Exodus, Thumper y Farming Simulator 19 – puedes jugarlos en otras plataformas. Y el Farming Simulator ni siquiera es la última edición del juego desarrollado por GIANTS Software.
“Bueno, no esperabas tener grandes títulos exclusivos” fue lo que pasó por mi cabeza. Y sí, es cierto. Pero tampoco pensaba que iba a tener acceso a tan poca variedad. Y que encima no me interesara nada. Sin desanimarme, decidí echar un vistazo a la tienda, para ver si veía alguna oferta que me llamara la atención. Dispuesta incluso a pagar, de nuevo, por Assasin’s Creed Odyssey o Shadow of Tomb Raider si estaban a un precio razonable. Pero no. 70 euros por un juego que puedo conseguir por menos de 20 en otra plataforma no me parece “razonable”.
Con semejante estado de ánimo me decidí a probar el Farming Simulator, por aquello de intentar verle la gracia a eso de pasarme horas criando vacas y viendo el trigo crecer. Pero no era para mí. Febrero me trajo el único juego que sí podía interesarme: Gylt – del que igual hablo otro día –. Cuando lo acabé, por aquello de ser un poco más exigente con el tema gráficos y exigente con la máquina, me puse con el otro lanzamiento del mes, Metro Exodus. Y es verdad que es aquí cuando mis malas sensaciones con Stadia se transforman en buenos sentimientos.
No he tenido problemas de tiempos de carga, la latencia ha sido casi inexistente y, a pesar de un aviso puntual que no pasó de ahí, jamás se me ha colgado o ha dejado de funcionar. Algo que, por desgracia, no puedo decir de mi PS4. La calidad de los gráficos no es nada despreciable y, en lo que he probado, tampoco he necesitado más. Sinceramente, sabiendo que no había una máquina físicamente “leyendo” de un disco, la calidad gráfica me ha parecido bastante impresionante. Recordemos también que me crie jugando con un Commodore 64, así que igual mi nivel de exigencia no es tan elevado…
Una de las características que más atractivas se me hicieron durante el anuncio fue la posibilidad de jugar en diferentes dispositivos: tele, ordenador y móvil. Desgraciadamente, la parte móvil ni la he olido, ya que Stadia solo es compatible con los Pixel 2, 3, 3ª y 4. Sí probé un rato a jugar en el ordenador, pero en mi caso no le vi grandes ventajas. Sí se las veo en caso de disponer de un equipo portátil de características medias, ya que serán los servidores de Google los que hagan el trabajo pesado, sin necesidad de sobre calentar – o forzar – los equipos.
Me falta por añadir a la columna de los “pros” la comodidad del mando, pero no es nada que no te ofrezca ya el de la Xbox. Sin embargo, sí hay alguna queja más para la otra columna. Que no exista un sistema de logros y que sea absolutamente incapaz de cambiar el idioma de los juegos, son posiblemente las más llamativas. Aunque lo que realmente duele, en el alma y en el bolsillo, es el tema del catálogo.
Dicho todo esto, si los Reyes Magos mandaran ahora una encuesta de satisfacción por sus servicios, la verdad es que no iban a salir muy bien parados. Estoy convencida de que Stadia tiene posibilidades de convertirse en algo grande, de competir mano a mano con el resto de plataformas. Pero aún no. Falta mucho trabajo y mucha inversión para ello. En mejorar la oferta de juegos, en crear contenido exclusivo, en ampliar la posibilidad de usarlo en móviles de otros fabricantes. En definitiva, en convertirse en una opción creíble. Porque no todo el mundo es tan ansias como yo. Y yo, ahora mismo, sé que en cuanto se acaben mis tres meses gratis de Stadia Pro, no voy a renovar. No hasta que no vea los cambios que necesito para creerme que esto no va a convertirse en otro Google Reader – sí, aún lloro su pérdida –.
De cómo Google se ha metido también en mi salón de la mano de Overwatch League hablaremos otro día. Cuando haya algo bonito que decir…