Un juego que ha marcado mi infancia es Bichos (A Bug’s Life). No es el primer videojuego al que jugué, mi primer contacto con este mundillo fue en casa de amigos o gracias a la GameBoy de un vecino.
Pero Bichos fue el primer juego (y puede que el único) que mis padres me dejaron elegir. Puede que fuese para mantenerme entretenida mientras ellos compraban, puede que fuese que quisieran sacarle partido al PC que habían comprado (de esos que iban a pedales). Ni idea, pero la historia acaba conmigo pasándome el juego muchísimas veces, entusiasmada con la música, con los bichos, con el paisaje, con las plantas, y con las cosas que, poco a poco, iba descubriendo.
Era muy pequeña, de unos 7 años, no entendía especialmente bien las mecánicas, y me asustaba con facilidad, por lo que explorar para conseguir todos los coleccionables y esas cosas siempre era un gran reto para mí. De hecho, había pantallas que me daban tanto mal rollo, que me las pasaba con lo básico.
Conforme fui creciendo y soltando la mano con los controles, pude explorar más y disfrutar de otras cosas que no había vivido del juego. Además, entró en mi vida el videojuego de Toy Story 2, que es similar, y pude ensayar más este tipo de mecánicas.
Para las que no hayan visto la película de Bichos: Flick, el protagonista, quiere ser inventor y facilitar la vida de su colonia de hormigas, que está oprimida por un grupo de saltamontes que se quedan con parte de la comida que las hormigas recolectan. Flick la lía parda y se pierde toda la comida recolectada, por lo que los saltamontes se cabrean muchísimo, y les exigen a las hormigas que dupliquen la ración de comida para la próxima vez. Nuestro protagonista decide que hay que enfrentarse a los saltamontes y se marcha a la ciudad a pedir ayuda a otros insectos.
Bichos es un juego de acción que se basa en la película homónima para desarrollar la historia del juego. Dentro de cada pantalla hay coleccionables, pero lo que a mí más me entusiasmaba era plantar semillas de diferentes tipos. El juego te da esta opción para poder resolver distintas situaciones, y era algo que me encantaba: tenías una seta en la que podías botar, unas hojas que te servían de plataformas, diferentes tipos de bayas para disparar a los enemigos… ¡Y se podían mejorar!
El hecho de tener que buscar una semilla, transportarla a donde necesitaras, y plantarla con el tipo de planta que te iba a ayudar, me parecía que me conectaba muy bien con la sensación de ser un bicho. Tiene más que ver con la agricultura (de hecho nuestro protagonista podía hacerse con la recolectora que sale en la película para recoger el trigo que se iba encontrando), si lo ves bajo el prisma de un adulto. Pero con esa edad yo era una hormiga que cogía lo que necesitaba de la naturaleza, ajena al mundo humano, y me lo pasaba genial.
Cada tres niveles nos encontramos con un jefe diferente:
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Thumper
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El pájaro
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Thud
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Molt
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Hopper
Recuerdo que el primero, Thumper, que era un saltamontes un poco ido de la cabeza, me daba muchísimo miedo. Los otros jefes podían ser más complicados, por supuesto, pero a mí el saltamontes loco me ponía los pelos de punta.
Aunque el que más me costaba era el pájaro. Éste vuela por encima tuya todo el rato, y me costó averiguar qué tenía que hacer para que se pusiese a tiro. Lo recuerdo como una tortura total, pues los demás jefes son muy evidentes y no supone mayor reto que esquivar y conseguir las bayas adecuadas. También influía que las pantallas que tenían plataformas grandes, como si fuesen laberintos de tierra en los que puedes subir a los muros, me agobiaban bastante.
Además, en lo alto de los muros, muchas veces te encontrabas arañas zancudas. Y yo no soy muy fan de las arañas (aunque me gustan todos los bichos, pero en fotos, lejos de mí). Es curiso, porque con los avances gráficos que ha habido, ¿cómo es posible que me dé más grima una araña zancuda mal hecha con pocos píxeles que un enemigo de Dark Souls? La infancia y el echarle tú imaginación, dos ingredientes perfectos.
Es verdad que el juego tiene unos controles muy toscos, y que a veces te quedas atascado, sin poder moverte, con un elemento del escenario. Pero Bichos (A Bug’s Life) se ganó un huequito en mi corazón cuando era pequeña. Lo jugaba escuchando Mecano, amigos y amigas, así que muchas veces cuando oigo este grupo, a mi cabeza vienen imágenes de Flick recolectando trigo, y me parece una mezcla maravillosa.
Podéis ver cómo nos ponemos melancólicas en la sección de Aquellos Maravillosos Años: