Uno avanza por la isla de RiMe (Tequila Works, 2017) sabiendo que se acerca a un final emotivo. Y eso ya añade presión a la experiencia jugable: parece que si uno no se emociona ni siente nada está jugando de manera equivocada. Sin embargo resulta difícil dejar paso a la emoción cuando por el camino se encuentra un puzle tras otro que acaba convirtiendo la travesía en un pelín repetitiva. Yo, por ejemplo, no dejaba de pensar: “Contadme más”.