Subnautica: Cuando el abismo te devuelve la mirada

Hace algunos años mi padre y yo nos fuimos de pesca en barca. Era una calurosa mañana de verano y el agua estaba cristalina. En contra de nuestra costumbre de pescar cerca de la costa, mi padre decidió adentrarse en mar abierto y pescar a mayor profundidad, donde los peces son más grandes. El calor era tan intenso que decidimos darnos un baño rápido. Me puse las gafas de buceo, salté al agua y miré hacia abajo para descubrir que no podía ver el fondo.

Bajo mis pies se abría el abismo más absoluto. La visión de aquel vacío me estremeció tanto que mi primer impulso fue volver a la barca de un salto, y a día de hoy todavía me invade una leve sensación de vértigo cuando lo recuerdo. El mar puede ser un lugar tan apacible como sobrecogedor, pero es ante la visión de la nada cuando nuestra imaginación hace brotar imágenes de monstruos marinos, fauna de aspecto grotesco, bosques de algas y pecios sumergidos. La oscuridad es el germen de nuestras peores pesadillas, razón por la que, paradójicamente, nos cautiva tanto.

Subnautica captura esa mezcla entre terror y fascinación hacia el océano. Desde los amables arrecifes de coral hasta las profundidades abisales y los horrores que en ellas moran, el juego de Unknown Worlds nos abandona a las inclemencias de un mundo acuático alienígena que inspira miedo y curiosidad a partes iguales.

En este planeta somos como una polilla atraída por la luz; allá donde vamos estamos rodeados de maravillas, pero bajo la superficie moran criaturas peligrosas que esperan a que demos un paso en falso. A lo mejor te has ensimismado mirando una especie de anémona brillante y no has visto venir al acechador. O tal vez te has distraído hurgando entre las ruinas de tu nave y no has prestado atención al medidor de oxígeno. Y es en el equilibrio entre la tensión constante y la sed de descubrimiento cuando la exploración se vuelve un inmenso deleite.

El escenario de Subnautica es el perfecto mundo abierto (que ya es decir en plena moda de juegos de este calibre). El mar está construído de forma muy orgánica y los cambios de ecosistema nunca se antojan abruptos. El escenario tiene un radio de tan sólo 2 kilómetros, pero en algunas zonas la profundidad alcanza los 1500 metros. La clave está sobre todo en poderse desplazar en el eje vertical, esto es, no sólo poder revelar lo que hay más allá del horizonte sino también lo que hay bajo nuestros pies.

La recolección, la construcción y la búsqueda de notas de voz con información sobre la trama son los elementos más conservadores del juego, pero ni tales convencionalismos logran desmerecer esta obra. Pese a la cantidad de contenido, Subnautica nunca pierde su enfoque. Todo, desde su historia, básica pero bien planteada, hasta el sistema de crafteo, redunden en una mecánica de exploración más profunda (válgame el chiste).

Subnautica apuesta por muchas fórmulas del sandbox convencional, pero lo hace de forma tan elegante que apenas se atisban los defectos propios del survival, como pueden ser el afán acumulativo o la repetición. Su mayor mérito reside en su capacidad para hacer que el jugador se sienta pequeño. Por muchas mejoras que construyas, por muy seguro que parezca tu submarino o por muy pepina que sea tu base subacuática, nunca estarás del todo a salvo.

El mundo de Subnautica es un paraíso envenenado donde dejarse llevar por la curiosidad científica es tan irresistible como fatal. Si te confías demasiado te engullirá para recordarte tu condición de náufrago. Todas esas bestias marinas que te rodean ya estaban ahí cuando llegaste y ahí permanecerán cuanto te vayas. Ninguna se va a doblegar ni va a ser tu amiga.

Pero por encima de todas ellas, por encima de los leviatanes y los tiburones de arena, estará el propio océano, inconmensurable, un cosmos azul de oscuridad y silencio. Y frente a ese abismo tanto tú como tu submarino seréis tan insignificantes como un granito de arena.

Julia Sauleda

Graduada en antropología social y estudiante de game design con un oscuro y nada saludable interés por el periodismo de videojuegos. Algún día espero poder hablar a mis nietos de los inicios del videojuego con la misma reverencia con que mi padre me habla de los inicios del rock

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