El carisma de Xenoblade Chronicles 2

Siendo una amante de los JRPG salté de emoción cuando vi los primeros trailers del nuevo juego de la saga Xenoblade, pese a que era una total novata en cuanto a la saga se refería el hecho de poder tener un juego de tal magnitud de forma portátil me vendió instantáneamente la idea y decidí comprarlo el mismo día que salió.

Mis expectativas estaban bastante moldeadas por mis anteriores experiencias en el género entonces una historia profunda con cientos de personajes, giros de tramas complicados y la inevitable batalla donde mataría a Dios con el poder de la amistad eran todas cosas que esperaba. Sin embargo cuando finalmente llegué a casa y prendí la Switch para comenzar a jugar me di cuenta de que Xenoblade  venía a ofrecer algo más, algo que no sabía que podía crear tantas horas de frustración y enojo así como pura satisfacción, algo especial.

Para plantearlo de forma simple, Xenoblade Chronicles 2 es un anime que da la casualidad se puede jugar y no me refiero a que sea un anime sólo por sus visuales o el diseño de sus personajes sino porque el desarrollo de su historia, el trato de sus protagonistas y la montaña de clichés que te lanza a cada giro de la trama son todas técnicas establecidas por la industria, desde el típico chico conoce chica hasta la escena en las aguas termales y mientras lo jugaba no me podía sacudir el sentimiento de haber visto esto antes, miles de veces.

Sin embargo la historia continuó, los personajes crecieron y mientras más capítulos pasaban me encontré preocupándome verdaderamente por ellos, disfrutando de sus personalidades, de sus conversaciones, estresándome cuando las cosas iban mal, me encontré luchando verdaderamente porque vieran un final feliz.

Comenzamos con una premisa simple; Rex conoce a Pyra una extraña chica con poderes de fuego que es llamada Blade en este mundo, una especie de arma y nos embarcamos en la misión de llegar a Elysium el paraíso prometido. A partir de ahí sucede la magia, Xenoblade Chronicles 2 trata a sus personajes con verdadero respeto y cariño, nunca hay momentos donde se rompan sus personalidades establecidas y el crecimiento es constante, algo que en una época de grandes AAA donde los personajes son tratados como meras formas de avanzar la trama resulta refrescante.

Como todo buen JRPG la historia es masiva y nos lleva por incontable lugares sumamente maravillosos, el diseño de niveles es precioso, con unos ambientes coloridos y majestuosos que invitan a ser apreciados desde el punto más alto al que se pueda llegar y los personajes parecen saberlo pues llaman constantemente la atención sobre lo hermoso del mundo que sutilmente se une con uno de los temas principales del juego; la belleza de la vida.

Todo esto va de la mano con uno de los soundtracks más memorables posibles, con piezas orquestales tan hermosas y cambiantes como los mundos que acompañan, así como frenéticos acompañamientos perfectos para subir la adrenalina hasta lo máximo en los enfrentamientos más tensos del juego.

Lamentablemente pese a su historia intrigante, su mundo complejo e interesante y sus personajes entrañables, el juego está plagado de problemas técnicos empezando por su sistema de batalla basado en combos pese a que es satisfactorio una vez se le agarra el truco, es demasiado complicado y se ve antagonizado por el propio diseño de niveles donde una pelea en terreno desigual es una pesadilla.

Su sistema de fast travel que se agradece enormemente dado que el juego te hace regresar a lugares ya visitados cientos de veces rompe la inmersión cuando resulta que dentro de la trama requerimos de un bote o un medio de transporte para movernos.

El horrible acomodo de los enemigos en el mapa es algo tan increíble que aún me cuesta aceptar que existe y es que en la primera área en la que te dejan explorar libremente siendo apenas nivel cuatro hay un gorila gigante cerca de la entrada de la ciudad, ochenta niveles arriba de ti esperando romperte la cara de una mirada apenas te acerques.

Luego están las cinemáticas siendo algunas tan largas que hay capítulos que son más película que juego y para colmo están desastrosamente actuadas, al punto que los labios de los personajes rara vez sincronizan con el audio y el doblaje es hilarantemente malo, cuando lo escuchas claro está pues al técnico de sonido se le olvidó que la música de fondo no debe ganarle al diálogo en cuanto a volumen.

Y la lista podría seguir por varias hojas, el juego se siente apresurado en algunos sentidos, pese a que no tiene bugs que rompan la experiencia y tiene un frame rate estable incluso en modo portátil, le faltó tal vez algo más de tiempo para terminar de limar todas las asperezas que hacen que la experiencia resultante no sea del todo gratificante, sobre todo en los primeros capítulos del juego que se pueden llegar a alargar demasiado y se pueden volver monótonos.

Sin embargo, pese a sus múltiples problemas, pese a la complicación excesiva de sus sistemas, pese a la enorme cantidad de mecánicas que llegan a entorpecer la experiencia final, Xenoblade Chronicles 2 te mantiene jugando gracias a su increíble historia y a sus personajes entrañables, con un carisma propio de los grandes JRPG de antaño, donde todos estos fallos funcionan de forma tan poco dañina para el jugador que terminan siendo parte fundamental de la personalidad del juego y se vuelven encantadores pese a los ocasionales momentos frustrantes que pueda tener, porque no he encontrado nada más satisfactorio que regresar a la planicie inicial ochenta niveles más tarde a enseñarle al mono gigante el significado de la palabra venganza.

Al final del día recomendar Xenoblade Chronicles 2 es sumamente difícil, su género exige cientos de horas de compromiso del jugador y para quienes no estén acostumbrados a las excentricidades propias del estilo de arte algunos diseños pueden resultar extraordinariamente incómodos, pero para todos los amantes de los JRPG dispuestos a entregarle su tiempo, esta es una experiencia que desde la primera cinemática hasta el último crédito, vale totalmente la pena.

Gisela González

Licenciada en Ciencias de la Comunicación y estudiante de idiomas. Con una incansable pasión por la música, siempre me encontrarás con los audífonos puestos y el lápiz en la mano dispuesta a escribir sobre lo que más me encanta, los videojuegos.
Mi hogar está entre los RPG, los libros de la Segunda Guerra Mundial y las teclas del piano.

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