¿HA TOCADO TECHO LA INDUSTRIA DEL VIDEOJUEGO?

Cada vez queda menos para que la actual generación de consolas llegue a su fin. Sony y Microsoft ya están desplegando sus cartas sobre la mesa con PS5 y Xbox Series X. Ya conocemos algunos datos sobre cómo van a ser y qué componentes formaran sus entrañas. Queda muy poco para que se abran las reservas y conozcamos la fecha definitiva de su lanzamiento. Y ante esta realidad tan inminente, yo no puedo evitar echar un vistazo atrás y pensar en qué ha sido para mí la aún actual generación de consolas. ¿Me ha proporcionado lo que yo esperaba?

Para poder analizar mejor los acontecimientos acaecidos en los últimos años en la industria, debemos remontarnos un poquito atrás y analizar las anteriores generaciones de consolas. Está claro que, conforme ha ido pasando el tiempo, el salto entre generaciones se ha ido reduciendo paulatinamente hasta llegar a la situación actual.

El mayor salto técnico que se ha experimentado, en ese sentido, fue el dado al 3D – el producido durante la cuarta a la quinta generación de consolas con PSX, Saturn y Nintendo 64 –. Este salto provocó un cambio radical en nuestra forma de consumir videojuegos; no solo a nivel gráfico sino también a nivel mecánicas. Los videojuegos comenzaron a tener una infraestructura mucho más compleja, pues los desarrolladores ya no estaban limitados a nivel técnico para poder dar rienda suelta a todo su potencial. Incluso el lenguaje del videojuego se fue transformando, gracias a este salto, pues el uso de las 3D permitía acercar el medio al lenguaje del cine.

Por tanto, la evolución de la industria dependía íntegramente de los avances tecnológicos. Pero está claro que el impacto que produjo el 3D, tanto para desarrolladores como jugadores, jamás volverá a ocurrir. No creo, no obstante, que actualmente alguien espere un salto de esas dimensiones. Pero sí quizás cierta evolución en detrimento del continuo “más de lo mismo” que ha ido simbolizando, al menos para mí, esta octava generación de consolas.

La Séptima Generación de Consolas

Sin irnos tan lejos, la generación de PS3, XBOX 360 y WII, sin ser una de las generaciones más rompedoras de la historia, sí contó con una buena evolución. Xbox 360 fue quizás la que más arriesgó y aportó en ese sentido como veremos a continuación.

La consola de Microsoft fue la primera en salir al mercado y sus primeros años de vida marcaron el devenir de toda la generación. El éxito de Microsoft se debió, entre otros motivos, al hecho de querer crear una consola muy similar al PC. Que los componentes de su consola fuesen tan parecidos a los de un ordenador, les facilitó la vida a los desarrolladores a la hora de trabajar con ella. Además, la consola venía con una filosofía muy concreta: la conexión a internet sería vital a la hora de jugar.

Hasta ese momento, la mayoría de público que había participado en alguna partida online había sido en un PC – los acercamientos de la primera Xbox o la PS2, las primeras consolas que contaron con opciones online, fueron muy tímidos y torpes –. Sin embargo, en ese sentido, Microsoft arriesgó más que Sony y con Xbox 360 aplicó todo lo aprendido con su anterior consola para ir un paso más allá.

Gracias a ello todos los nuevos componentes de su consola giraban en torno al uso de sus funciones online: el nuevo sistema de logros – inspirado en las clasificaciones de las máquinas arcade – , las salas para poder hablar vía voz con tus amigos – con la compra de tu consola venían unos auriculares con micrófono para poder hacerlo – , el servicio Xbox Live Gold para garantizar el buen mantenimiento de sus servidores, su mando adaptado a la perfección para los shooters online – género estrella en EEUU y los amantes del PC – y su servicio Xbox Live Arcade  – precursor del auge de los juegos independientes con títulos como Braid (2008) o Meat Boy (2010) –.

Lo único que debemos lamentar de la estrategia de Microsoft, es que fomentó la ahora extendida «moda» de cobrar por jugar online en consola. Pero se entiende que fue una manera de garantizar el buen funcionamiento de sus servidores. Algo que sin duda logró pues la diferencia de rendimiento frente a PS3 fue más que notoria.

Podríamos decir que mientras Sony se acomodaba, porque venía de dos generaciones donde había aplastado a su competencia, Microsoft había pensado muy bien su estrategia y ponía todas las cartas sobre la mesa. En ese sentido, Microsoft fue la revolucionaria mientras que las dos empresas niponas simplemente se adaptaron a las circunstancias.

Porque sí, Nintendo también fue rompedora en muchos sentidos con Wii. Pero esa revolución solo le sirvió para ganar una ingente cantidad de dinero gracias al colosal éxito de Wii. Pero no logró marcar el devenir de lo que serían las próximas generaciones de consolas, como hizo Microsoft. En ese sentido, lo que le podemos agradecer a Wii y Nintendo es la forma en la que consiguieron, al fin, abrir el mercado de los videojuegos a todos los públicos.

¿PS4, XBOX ONE Y WII U?

Xbox One

Ante este panorama, los años han ido pasando. Nintendo continúa caminando sin mirar de tú a tú a Microsoft y Sony. Por su parte Microsoft, muy venida arriba por su éxito con Xbox 360, tuvo uno de los mayores patinazos que se hayan visto al comienzo de una generación de consolas. Su nueva estrategia con Xbox One, pretendía seguir una línea similar a lo conseguido con 360 pero lanzándose al lado oscuro: control absoluto al acceso y uso de su consola por parte del usuario. Intentó imponer medidas como no poder comprar tus juegos de segunda mano o  la conexión permanente a internet para poder jugar. Todas estas restricciones, junto a su inflado precio de lanzamiento, hicieron que todo el buen hacer de Microsoft, anteriormente, se fuese al traste y Sony de nuevo tomase la delantera.

Sony apostó por seguir en una línea similar a la de su PS3, aprendiendo del pasado, eso sí. PS3 fue un desastre en sus primeros años porque sus entrañas eran demasiado complejas y la mayoría de los desarrolladores tuvieron un sinfín de problemas para adaptar sus títulos a ella – juegos como Bayonetta (2009, PlatinumGames) o Bioshock (2007, Irrational Games), en su versión de PS3, contaban con un nefasto rendimiento con continuas caídas de framerate –. Para corregir este problema, contrataron a Mark Cerny que se encargó de diseñar una máquina cuyos engranajes fuesen lo más parecidos posibles a los de un ordenador. Con los deberes hechos y ante el descalabro de las medidas que quería imponer Microsoft, Sony ya había ganado la actual generación de consolas sin haber sacado aún su PS4.

Y así fue… Sony fulminó en ventas a Microsoft pero también a Nintendo, que había optado por adelantarse a las demás con el lanzamiento de Wii U; una consola que desde el comienzo nadie entendió muy bien qué era o qué pretendía hacer Nintendo con ella.

Una consola no es nada sin… juegos

Sony ha vuelto a sentirse cómoda en su terreno y eso ha hecho que haya bajado la guardia. Los últimos años de vida de PS3 fueron espectaculares, en un continuo devenir de juegos exclusivos para su consola. Fue la respuesta que pudo darle a Microsoft, pues esta había conseguido el apoyo de las third parties – sonora fue la «traición» de Square Enix al hacer multiplataforma su Final Fantasy XIII (2010) –. Microsoft adolece, sin embargo, de una falta sangrante de estudios propios que le garanticen un buen flujo de juegos propios. El trato un tanto injusto además a algunos de sus estudios, como la veterana Rare, también ha provocado que actualmente su Xbox One adolezca de un gran número de exclusivos que le den vida.

«Lo enfocan mal y se usa en exceso las manidas misiones secundarias.»

Sony podría haberse aprovechado, como ya hiciera con PS3, de esta situación para poner toda la carne en el asador y apostar por sacar nuevas IPs. Sin embargo, más allá del sobresaliente Horizon Zero Dawn (2017, Guerrilla Games) no han sabido sacar nada completamente nuevo. Tenemos propuestas como Detroit Become Human (2018), que aunque el mejor de todos los lanzados por Quantic Dream, sigue siendo un más de lo mismo de una fórmula que comienza a estar algo desgastada.  Bloodborne (2015), de From Software, que sigue siendo un Dark Souls con ligeros cambios en sus mecánicas. O, incluso, The Order 1886 (2015, Ready at Dawn) un juego que no aporta nada novedoso o destacable dentro de su catálogo.

Pero esta falta sangrante de títulos nuevos, no ha sido solo por parte de Sony y Microsoft. El caso de Nintendo es distinto porque su estrategia sigue siendo la de ir revitalizando sus mismas sagas de siempre. Después del batacazo con Wii U, han logrado nutrir a Switch de un vasto catálogo indie y han vuelto a hacer migas con las actuales third parties .

El avance de la tecnología ha provocado que actualmente sea muy costoso llevar a cabo el desarrollo de un videojuego, así que las compañías no se la juegan. Por ese motivo, esta generación de consolas ha sido un continuo vaivén de secuela, tras secuela, diversos remakes de sagas clásicas ya olvidadas.

El Atronador o Thunderjaw
Horizon Zero Dawn

Las pocas ips nuevas, como la nombrada Horizon Zero Dawn, cuentan con unas mecánicas que ya hemos visto repetidas cientos de veces. En el caso de Horizon no aporta nada nuevo a nivel jugable, pues sus mecánicas son las mismas que ya conocemos de cualquier juego de mundo abierto. Es diferente por su historia y ambientación, pero no por lo que ofrece.

Mundos más grandes pero más vacíos

Si en la pasada generación el género estrella fueron los first person shooter, en esta han proliferado en exceso los juegos de mundo abierto. A nivel gráfico, las mejoras cada vez son más imperceptibles y por ese motivo nos vendieron la nueva generación como: mundos más grandes. Sí, desde luego lo son, pero también están más vacíos. Más allá de ser la típica recadera, que va cumpliendo misiones sin ton ni son, o de recolectar los manidos coleccionables, ¿qué hay para hacer en este tipo de juegos?

Pocos estudios saben enfocar de forma eficiente este tipo de mundos. En ese sentido y saliéndonos un poco de las obras de Rockstar como GTA o Red Dead Redemption, The Witcher 3 ha sido un buen ejemplo de cómo construir un mundo y una historia con solvencia. Pero es quizás la gran excepción. Incluso en algunos de los mejores títulos de la generación como Horizon Zero Dawn o Nier Automata (2017, PlatinumGames) no he podido evitar tener la sensación de ser una recadera – en cuanto acepto cualquier tipo de misión secundaria –.

Aunque si por algo se recordará a esta generación es por el éxito de Fortnite (2017, Epic Games) y la proliferación de los battle royale. No os voy a engañar, yo fui de las primeras en jugar a Fortnite, junto a una antigua amiga, porque el online era gratis e iba bien para echarnos cuatro risas. Entiendo que es muy divertido de jugar con amigos y comprendo su éxito, especialmente entre los más pequeños. Pero si me dicen que lo más novedoso que ha dado toda una generación ha sido un battle royale, no sabría qué pensar.

Para mí, desde luego, lo más novedoso han sido los juegos independientes. Siento que ahí siempre tendré un refugio inagotable de grandes historias y de experiencias jugables totalmente únicas.

En la pasada generación de consolas tuvimos un exceso de juegos de acción en primera persona, pero aun así hubo un gran número de nuevas ips, que marcaron el devenir de la generación y que entusiasmaron por sus nuevos añadidos a las mecánicas jugables como: Gears of War, Batman Arkham Asylum, Uncharted, Bioschock, Journey, Mass Effect, The Last of Us, Dishonored, Assassin’s Creed, Alan Wake, Dark Souls, Dead Space, Borderlands, The Witcher, Ni No Kuni, Mirror’s Edge, Red Dead Redemption, Darksiders, Left 4 Dead, Call of Duty 4 Modern Warfare, Dragon Age, Skyrim, Portal, Far Cry 3, Minecraft, The Walking Dead, Battlefield 3, Bayonetta… La lista sería interminable, pero todos y cada uno de estos títulos añadió algo nuevo a su género. Marcaron las pautas a seguir para otras sagas y el devenir de las próximas generaciones. Sin embargo, la actual generación de consolas no ha evolucionado ninguna de estas fórmulas. Simplemente sigue usándolas, sin añadir cambios, ni nuevos alicientes para querer seguir jugando a sus continuaciones.

El que no arriesga no gana

Esta falta de riesgo en la industria me ha provocado un gran cansancio y he tenido momentos de no querer jugar. Me he acabado refugiando, más si cabe, en los juegos independientes. En pocas horas podía concluir propuestas jugables hechas con mimo y con unas notorias ganas de cambiar los esquemas de lo ya preestablecido. Es cierto que un estudio pequeñito tiene más margen de maniobra para poder experimentar. No obstante, la sensación que tengo con los estudios grandes es que se ha perdido la forma artesanal de hacer videojuegos, a costa del acelerado consumismo de nuestros días.

Ante la imposición de los mercados y el capital de grandes empresas como Ubisoft o EA, que necesitan recuperar su inversión a toda costa y multiplicar sus ganancias, no dejan margen de maniobra a sus trabajadores para que exploren nuevas mecánicas e ideas. Esto paulatinamente irá acabando con el medio, pues ya no se aprecia ese cariño e improvisación que a veces se podía discernir en viejas glorias que aún conservamos en nuestra estantería.

Los continuos episodios de crunch, en algunos estudios como Rockstar o hasta Naughty Dog, hacen plantearnos hacia dónde van los videojuegos y qué le exigimos al medio como consumidores y jugadores. Recae en nosotros también el cambiar las cosas y el tumbar todas estas malas praxis. No debería importarnos tanto cuánto va a tardar en publicarse un videojuego. Deberíamos ser más pacientes y empáticos. Debería primar la calidad de vida de los trabajadores para que nadie tenga que pasar una ingente cantidad de horas trabajando, sin tiempo libre y alejados de sus seres queridos.

Rockstar Games

Está claro que no le podemos pedir lo imposible a esta industria, que todo está ya inventando y que cada vez el factor sorpresa será menor. Pero el videojuego es un medio artístico, en pleno crecimiento, y el consumismo sin control se está cargando el componente humano que les da vida; debido a la ambición de compañías que solo miran por sus intereses. Plantearnos estas cuestiones y nuestra forma de consumir videojuegos hará que el medio avance. De no hacerlo, tendremos que conformarnos con vivir en un continuo día de la marmota a costa de la salud de la gente que desarrolla videojuegos.

Teniendo en cuenta todo esto, tengo cero ganas de que llegue la nueva generación de consolas. No creo que vayan a cambiar mucho las cosas en los próximos años y estoy algo saturada de que los grandes títulos me ofrezcan siempre un más de lo mismo. Si esto siguiese así, al menos me tendré que conformar sabiendo que siempre tendré un abanico mucho más amplio, rico y variado en la escena indie – o siempre podré volver atrás para descubrir algún título olvidado y ya algo «viejuno» –.

Nos prometen cada vez mundos más grandes, pero al mismo tiempo más vacíos… Puede que debamos mirar un poco atrás y dejar de pedirle más a nivel técnico a las consolas, si ese «más» va a significar un más de lo mismo pero con más fuegos artificiales.

Violeta Sáez

Programadora y diseñadora web. Comencé en el mundo de la informática y los videojuegos siendo niña. Intento compaginar mi pasión por la escritura junto a mi rutina basada en estructuras de datos, código y sistemas de la información. “Mi imaginación es mi realidad”.

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3 comentarios

  1. Muy buen análisis. El videojuego ha perdido ese modus operandi tan artesanal que lo ha caracterizado a la hora de construir obras. Solo autores como Kojima se animan a algo nuevo pero solo por alcanzar cierto renombre, sino son los ejecutivos y CEOS quienes controlan el proceso productivo.

    Un saludo, hacen un gran trabajo!!

    1. Totalmente Alejo, muy pocos se arriesgan ya a probar cosas diferentes. Muchas gracias por tus palabras, por comentar y por leernos.

      Un saludo.

  2. […] el más extenso hasta la fecha, hablamos largo y tendido sobre las sensaciones que nos ha provocado esta generación de consolas, que va llegando a su fin, a raíz del artículo publicado por Violeta Sáez. También comentamos […]

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