Overwatch League: la mejor cita para San Valentín

A poco más de una semana de que empiece la segunda temporada de la Overwatch League, tengo que confesar que me estoy comportando un poco como una fangirl adolescente y obsesionada, que devora cada noticia que se publica sobre el tema. Y teniendo en cuenta cómo empecé a jugar, hay que reconocer que el cambio ha sido enorme.

La culpa de mi enganche la tienen dos grandes amigos que se empeñaron muchísimo  en que lo probara durante cerca de un año. Dedicaron parte de un fin de semana a explicarme las mecánicas, a pesar de que yo renegara y refunfuñara diciendo, a cada paso, que los shooters en primera persona no eran lo mío. Es más que probable que aquel fin de semana no acertara un solo tiro. Pero, impulsada por no se sabe muy bien qué capricho, decidí aprovechar una de las ofertas de Blizzard y hacerme con la Legendary Edition para PC a buen precio. De ahí pasaron unas semanas sin tocarlo. Después, mis primeros intentos con Mercy – no sé quién me dijo que era la más fácil para principiantes, pero ¡mintió! – y luego mi enamoramiento total y absoluto gracias a D.Va. De ahí a convertirme en una forofa de los eSports había un paso, que me llevó solo un par de días recorrer… Demostraba así, una vez más, que mi árbol de decisiones no siempre es lógico.

No recuerdo quién me habló de la Overwatch League ni qué me impulsó a ponerme un encuentro, un fin de semana cualquiera. La primera media hora pensé que no iba a ser capaz de soportarlo. Los movimientos de cámara, los colores y los brillos, el sonido de los casters, que era incapaz de descifrar, todos conspiraban para provocarme el mayor mareo de mi vida. Pero, por alguna razón, decidí quedarme, en lugar de apagarlo y olvidar mi flirteo con los eSports. Y descubrí que, poco a poco, era capaz de seguir las partidas e intuir si ciertos movimientos eran parte de alguna estrategia acertada o no. Y, poco a poco, comencé a mejorar como jugadora. Algo que nunca viene mal, seamos sinceros.

Y así, a mitad de temporada, me enganché de muy mala manera a la Overwatch League y todo lo que giraba a su alrededor. Por supuesto, durante el All-Star Weekend podíais encontrarme en el sofá, siguiendo los encuentros y apoyando cual forofa. Lo mismo durante la World Cup. Y, desde entonces, cuento los días para que vuelva.

En esta ocasión se ha aumentado el número de equipos a 20 y algunos de los nuevos me están provocando un conflicto de intereses a la hora de decidir a quién animaré este año. Y sí, algunas de las razones tienen que ver con la presencia femenina en sus filas. Porque, por mucho que me guste, y por mucho que disfrute de las partidas, siempre acabo con un poco de resquemor por la falta de mujeres en los equipos.

Reconozco que esperaba que, con los nuevos equipos, Geguri dejara de ser la única jugadora profesional, y que el fichaje de Kyoung Ey Molly Avalla Kim como entrenadora del Washington Justice me sabe a poco. Lo mismo me pasaba, y me seguirá pasando, parece, con las retransmisiones y las entrevistas. Adoro a Soe y me postraría a sus pies, y a los de algún otro, vale, pero su presencia me sabe a poco. A muy poco.

Y lo peor es que no veo que nada vaya a cambiar en el futuro cercano. ¿Me impide eso disfrutar del Overwatch y la Overwatch League? No, evidentemente, como demuestra que cuente los días, que el pistoletazo de salida sea mi cita de San Valentín o que ya me haya hecho con la suscripción All-Access Pass – atención al nuevo Command Center, del que espero hablar maravillas en breve –. Pero, de alguna forma, me siento como una intrusa. Y, sinceramente, la recién estrenada tienda de Merchandising exclusivo con Fanatics, en la que tenía depositadas muchas esperanzas, no ha ayudado lo más mínimo. Y es que, ¿tan difícil es ofrecer un modelo para chicas de las camisetas oficiales? ¿Por qué tengo que conformarme con una camiseta negra con el logo del equipo elegido? Sí, puedo comprarme la de hombres y tratar de acertar con la talla – spoiler: suele ser complicado que queden algo mejor que un saco –, pero pagar 90 dólares por una camiseta que no se ajusta a mi fisionomía no termina de convencerme.

Y lo peor es que veo las historias de los personajes de Overwatch; miro la naturalidad con la que están creando diversidad en ellos; el elevado número de heroínas que hay para elegir; cómo cada una de ellas tiene maravillosas cualidades que han hecho que, al menos en una partida, haya jugado con todas; y me entra una tristeza tremenda. Porque han vuelto a olvidarse de nosotras en un aspecto fundamental de la franquicia.

Sí, las camisetas son un detalle. Y muy tonto, pero un síntoma, al fin y al cabo, de que todavía no somos un público relevante. Con un poco de suerte, mi voz no será la única y, poco a poco, ganaremos espacio. Y casters. Y camisetas. Mientras, os espero disfrutando de la experiencia de ver las partidas desde el punto de vista de JJoNak, o Carpe, o Neptuno o…

María Martín

Licenciada en Periodismo, llevo juntando letras desde que tengo uso de razón, y ganándome la vida con ello desde hace unos 20 años. Jugadora desde los años del Commodore 64, le debo todo lo que sé a Sierra Entertainment y LucasArts. Lectora empedernida y consumidora incansable de series y de cine, me desestreso con los shooters, adoro las aventuras gráficas y he dedicado cientos de horas a seguir siendo igual de desastre con los plataformas que cuando empecé. Si no me ves en la vida real será porque esté paseando por Azeroth con mi elfa druida.

Artículos recomendados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies