Detroit: Cuando los androides se despiertan

Imagen de portada realizada por Verónica Carballo.

Detroit, noviembre de 2038. La tecnología ha avanzado hasta el punto de convertir a los androides en parte del paisaje habitual, y en sustitutos de los humanos en un abanico de tareas. Sin embargo, no todos están contentos con el lugar que ocupan en la sociedad. Y no hablamos solo de los humanos. Algunos androides, conocidos como divergentes, están rompiendo con su programación y amenazan con acabar con el status quo. Pero, ¿de dónde vienen? ¿Qué es lo que quieren? Y, sobre todo, ¿qué están dispuestos a sacrificar? Esta es la premisa de la que parte Detroit: Become Human, la última creación de QuanticDream para PS4.

Déjemoslo claro desde el principio: he adorado cada segundo que he pasado jugando a Detroit: Become Human (D:BH a partir de ahora). Su concepto, su desarrollo y sus personajes me enamoraron desde el primer momento. Y que la jugabilidad sea para torpes no lo ha empañado en absoluto. D:BH no es un juego para amantes de la acción, las peleas y los combos con el mando. Es una aventura sobre la importancia de tomar decisiones, sobre lo que nos inspira y nos mueve, sobre lo que nos hace ser humanos o máquinas. Sobre las personas. Y eso QuanticDreams lo hace espectacularmente bien. Como pocos, me atrevería a decir.

Connor (posiblemente el personaje al que más cariño se acaba cogiendo) es el primer androide que conocemos, meses antes de la semana que cambiará el rumbo de la historia. Programado para investigar y asistir a las fuerzas del orden, sobre él recae la responsabilidad de salvar a una niña de su secuestrador: su androide de compañía y el primer divergente que conoceremos. Y será también nuestra primera incursión al árbol de decisiones y consecuencias que nos acompañará durante todo el juego. ¿Humanos o androides? ¿Sacrificio o supervivencia?

Para conseguir acabar con éxito la misión tendremos que poner a prueba todas las capacidades deductivas y empáticas no sólo de Connor, sino también nuestras. Repartidas por la escena, tendremos las suficientes claves como para inclinar la balanza al lado del éxito o del fracaso, en nuestra mano estará el recopilar las suficientes como para reconstruir adecuadamente la escena, desbloquear acciones o diálogos y, en definitiva, tomar las decisiones correctas. Esta mecánica será la que predomine durante todo el juego, de forma que todo aquello que descubramos en un momento determinado puede tener su impacto no sólo en el capítulo en el que ocurra, sino en el futuro. A veces, muy en el futuro.

La escena, que sirve como aperitivo de lo que nos espera en Detroit, marca también las reglas, más allá del sistema de gameplay. “Cada segundo cuenta” es una de las primeras frases que escuchas, y es absolutamente cierto. Si bien recoger pistas es imprescindible para aumentar las probabilidades de éxito, tardar demasiado puede afectar en el sentido contrario. Y seleccionar mal las respuestas que das a tu contrincante puede llevar a un final inesperado. Por no hablar de las consecuencias que puede tener la decisión o no de prestar primeros auxilios a un herido. Consecuencias para todos los involucrados en la acción, incluido el propio Connor y su desarrollo posterior.

El siguiente personaje que podremos controlar, y modelar, será Markus. Un androide al servicio de un anciano y enfermo pintor, contento con su existencia e incapaz de desobedecer órdenes. Aunque estas sean tan contrarias a su programación como crear una obra de arte original.

Kara completa el trío protagonista y pronto se descubre como la primera grieta en un mundo aparentemente perfecto. Su relación con Alice, una niña pequeña víctima de maltrato, será el eje de su viaje personal, y nos dará la primera oportunidad de experimentar, de forma dramática, la importancia que la toma de decisiones tiene en el juego. Y como comentaba antes, no solo en lo referente a la escena en sí, sino a la información que puedes ir recabando y que, a la larga, puede demostrarse fundamental. O a la relación que establezcas con distintos personajes que volverás a encontrarte más adelante, y que volverán a ser determinantes para que consigas o no tus objetivos.

Connor, Markus y Kara serán nuestros acompañantes principales en este juego, y componen, cada uno con su punto de vista y su propio viaje, el caleidoscopio que es la realidad en la que nos moveremos. La búsqueda de la identidad, el amor y la libertad son comunes en los tres personajes, y el acierto aquí de QuanticDream, y de David Cage como guionista y director, es ser capaces de presentar un anhelo de tres formas distintas. E involucrar a los jugadores en cada paso del camino, de forma que puedas sentir cada evolución como tuya. Es aquí donde se produce una de las coincidencias entre el juego y la realidad más importantes. Porque, por mucho que los divergentes refugiados en Jericho luchen por sus derechos, no son sino los humanos los que pueden concederlos, los que pueden darles el status de ser vivo y, por tanto, alentar su búsqueda de libre albedrío. Y no es sino un humano, el jugador, el que alienta o apaga esa misma divergencia, reconociendo a Markus, Kara o Connor, como seres vivos con autonomía y sentimientos. ¿Hasta qué punto? Me temo que tendréis que jugar para saberlo.

Mucho se ha hablado ya de la calidad gráfica de Detroit: Become Human, y nada de lo que diga será original, me temo. El uso de actores de carne y hueso añade una capa de realismo imprescindible para un juego que quiere contar una historia, y hacerte partícipe de ella. Cada vez que Markus ocupaba la pantalla, yo era incapaz de no ver a Jesse Wiiliams (aunque en el lado malo he de reconocer que más de una vez esperaba escucharle llamar a Meredith Grey). Y lo mismo ocurría con Kara y Valorie Curry o Hank Anderson y Clancy Brown. La reconstrucción de Detroit, sin conocer la ciudad, o de cualquier paisaje, me parece de sobresaliente. La matrícula de honor la guardo para el mimo y cuidado que se ha puesto en crear obras de arte originales para decorar ciertos escenarios. Y no sé si soy solo yo, después de unas cuantas horas mirándolos, pero cuanto más “humanos” se hacían los personajes, menos robóticos parecían sus movimientos.

El sistema de juego, como ya he dicho, no es especialmente complejo: combinaciones de teclas o movimientos (esto en el nivel difícil) para recrear acciones y dar vida a las peleas; selección de diálogos o acciones con teclas determinadas; ayuda con el botón R2 para conocer objetivos y puntos de interés; cambios de perspectiva de cámara; y, en definitiva, suficiente ayuda en pantalla como para poder seguir avanzando. Pero es que, en realidad, lo relevante no es si eres capaz de infiltrarte silenciosamente en terreno enemigo, o lo ágil que seas en el dominio del mando, sino lo que haces con la información de la que dispones.

Porque, de nuevo, lo importante en D:BH son las casi 3.000 páginas de guion que no vas a poder explorar de una sola vez. Y si el juego te engancha la mitad de lo que me enganchó a mí, volverás a jugarlo una y otra vez para desbloquear acciones, conocer los distintos finales y, por supuesto, conseguir todos los trofeos posibles. ¿Qué ocurrirá esta vez si Alice aprieta el gatillo? ¿Y si además los divergentes adoptan una actitud violenta? ¿O si Connor no es capaz de ganarse las simpatías de Hank? ¿O logras que Amanda no desconfíe de ti?

Si tuviera que ponerle un pero al juego sería el papel que los personajes femeninos juegan en él. Kara, Rose, Amanda, Alice y North son la personificación de los arquetipos más conocidos, y más usados, para ofrecer apariencia de protagonismo sin tenerlo. Madre, villana, hija, amante. Y aunque en el caso de Kara es menos evidente, al fin y al cabo, la acompañas en su huida y despertar, en el caso de North es dolorosamente claro. Y si estamos hablando de androides, ¿por qué siguen perpetuándose, una vez han despertado, los roles tradicionales? Se trata, sin duda, de una oportunidad de reflexionar y, con suerte, aprender para la próxima ocasión.

En cualquier caso, e incluso con este pequeño gran pero, Detroit: Become Human sigue siendo, con gran diferencia, mi juego preferido en lo que llevamos de año. Y, posiblemente, del pasado también. Una experiencia absolutamente recomendable que te pondrá el corazón en un puño en más de una ocasión.

Ficha personal:

  • Historia: Inmersiva, para hacerte pensar
  • Desarrollo de personajes: Coherente y emotivo
  • Dirección: De Oscar
  • Jugabilidad: Para mancos
  • Gráficos: Para enmarcar
  • Bola extra: La decisión final, una vez acabas el juego

María Martín

Licenciada en Periodismo, llevo juntando letras desde que tengo uso de razón, y ganándome la vida con ello desde hace unos 20 años. Jugadora desde los años del Commodore 64, le debo todo lo que sé a Sierra Entertainment y LucasArts. Lectora empedernida y consumidora incansable de series y de cine, me desestreso con los shooters, adoro las aventuras gráficas y he dedicado cientos de horas a seguir siendo igual de desastre con los plataformas que cuando empecé. Si no me ves en la vida real será porque esté paseando por Azeroth con mi elfa druida.

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1 comentario

  1. Detroit:Become Human, es el mejor juego que he jugado en ps4 hasta el momento.
    Su historia es tan atrapante, que te hace sentir parte del juego.
    100% recomendado, y buenísimo tu artículo.

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