Beholder: sirve a la patria o muere como un traidor

Beholder

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El estudio ruso Warm Lamp Games nos introduce en la cruda realidad de un régimen totalitario desde un punto de vista muy interesante: el del funcionario que actúa como verdugo, pero que de vez en cuando también se convierte en víctima de la opresión gubernamental.

Si has llegado hasta aquí con un mínimo conocimiento de marketing, sabrás que hay mucha gente interesada en conocer los pormenores de tu privacidad: desde algo tan nimio como el tipo de alimentos que consumes asiduamente, pasando por el gasto mensual que haces en tu factura telefónica, hasta los detalles más sonrojantes de tu vida amorosa-sexual. Aunque te consideres la persona menos interesante del mundo mundial, eres una mina de oro para ciertas empresas, ya que tu información y la de otros tantos miles de individuos es lo que les permite detectar patrones de consumo, advertir cambios en los gustos de la población y, por tanto, crear estrategias de venta más adecuadas a su público objetivo. O, simplemente, lucrarse vendiéndola al mejor postor. Parece difícil creerlo, pero hay empresas que se dedican a ello.

El interés en la información privada también es algo que forma parte de la política en menor o mayor medida según cómo sea el sistema al que nos refiramos. Cuando hablamos de un régimen totalitario la información privada de los habitantes se vuelve un bien muy preciado que ha de obtenerse y controlarse a toda costa. Solo de esta forma cabe la posibilidad de saber, por ejemplo, cómo piensa la población acerca de quienes ostentan el poder y localizar posibles detractores. Esto es algo que Carl Stein, protagonista de Beholder (Warm Lamp Games, 2016), sabe muy bien.

Basado en el concepto orwelliano del Gran Hermano, este point-and-click siberiano en tercera persona nos introduce de lleno en un país subyugado por las exigencias de un gobierno totalitario que todo lo ve. La triste historia de este mundo distópico, ambientado en los 80, arranca con la llegada de Stein a su nueva y “acogedora” morada: el mohoso sótano de un viejo edificio. Allí vivirá con su familia actuando como el sustituto del anterior casero y, a la vez, un espía del Estado. Su misión será conocer todos los aspectos privados y sociales de los inquilinos y reportarlos a las autoridades si observa comportamientos sospechosos. Negarse a ello implicará salir mal parado, aunque cumplir con las reglas tampoco alejará a Stein del peligro.

La hora del espionaje

El sistema de juego es simple: hablar con los moradores y conocer sus historias, esperar a que salgan de casa y acceder para investigarles a fondo, ya sea colocando cámaras  mediante puntos de reputación ‒que puedes perder si eres descubierto‒ o rebuscando entre sus pertenencias. Cabrá la posibilidad de notificar a las autoridades de la existencia de objetos ilegales en la vivienda, por lo que recibiremos una recompensa mientras el inquilino es castigado; hacer un perfil de usuario que hará ganar dinero a Stein sin dañar la reputación de nadie o chantajear a los vecinos alegando el incumplimiento de alguna directiva, aunque habrá veces en que no funcione. Irónicamente, el Estado no te perseguirá por fraude o chantaje si lo usas para obtener un bien mayor para el país, por lo que se ve a leguas cuál es su postura en este aspecto.

Como Stein tendrás que elegir constantemente entre estas tres opciones, tal vez dejando a un lado los convencimientos morales ya que el dinero asegura la subsistencia de tu familia, que consigas favores para ayudar a otros o que el régimen no te meta entre rejas, casi siempre a cambio de una suma desorbitada. A esta difícil situación hemos de añadir la existencia de un grupo rebelde que lucha por dinamitar el sistema, de manera que Carl se verá involucrado en sus planes sin poder evitarlo. Así, muchas de las decisiones que tomes a lo largo de la historia también estarán condicionadas por sus miembros, que amenazarán con eliminar a Stein o sus seres queridos si rehusa de colaborar.

A medida que transcurre el juego las directivas del Gobierno se hacen cada vez más exigentes y absurdas. Además, según las decisiones que hayas tomado previamente podrían incluso hacerte elegir entre proteger a tu familia o delatarla para salvarte. Detalles como este no solo suponen un desafío, si no que intentan acercarte lo máximo posible a la experiencia real de vivir en la posición de Stein, un tipo con cierto grado de poder que, de vez en cuando, también porta una soga al cuello.

Resistiendo al totalitarismo

A lo largo del juego hay otros detalles que plasman a la perfección el ambiente represivo del país, así como la necesidad del Estado de recurrir a la propaganda blanca y la manipulación y ocultación de ciertos hechos para conservar el apoyo de la población. En diversos momentos del juego, veremos el miedo de las familias a posibles redadas policiales nocturnas, la presencia constante de vehículos propagandísticos que proclaman las bondades del régimen, la manipulación mediática o la privación de ciertos derechos fundamentales, como la libertad de expresión, a cambio de enseres básicos.

Con todo lo anterior, podría decirse que Beholder es un homenaje en formato videojuego a La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006), un filme del director alemán Florian Henckel centrado en el espionaje dentro de la República Democrática Alemana, que fue la zona de dicho país controlada por la URSS tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En esta película, el oficial de la Stasi Gerd Wiesler recibe el encargo de espiar a una pareja de artistas, tal y como Carl Stein debe hacer con sus nuevos vecinos. También podríamos asimilar el título en cierto modo a Papers, please (Lucas Pope, 2013), ya que la mecánica y la estética de ambos juegos son muy parecidas

Bienvenidos a la dictadura

En el apartado gráfico, destaca lo lúgubre de los escenarios, donde constantemente hay cielos encapotados y todos los colores son apagados o muy sucios; así como el estilo sencillo de los propios personajes: siluetas en blanco y negro sin ninguna característica diferenciadora; casi podría decirse que se les deshumaniza. También resulta llamativo que el elemento más destacable, por la viveza de su color, sea la sangre que deja cualquiera de los pobres vecinos al ser asesinado. La banda sonora cumple perfectamente su función de recordarnos que nos encontramos dentro de un sistema corrupto, vigilante y cruel. Junto con temas con un ritmo pausado y melancólico, encontramos otros más movidos y agresivos que nos mantienen tensos durante los momentos clave de la aventura.

Como único punto en contra del juego, diría que llega un punto en que puede volverse repetitivo porque aunque roten los vecinos y las peticiones del Gobierno sean cada vez más asfixiantes las misiones no cambian en lo básico, que es la forma de proceder. Todas ellas consisten, como decíamos, en meter las narices en la vida de los inquilinos intentando colarnos en sus hogares y rebuscando entre sus enseres una vez tengamos la situación idónea para hacerlo.

Si aún con este fallo te gusta el juego y acabas con ganas de más, existe un DLC llamado Sueño Feliz que narra la historia del antecesor de Carl, Héctor Medina, y profundiza un poco más en el punto de vista del régimen respecto a una cuestión muy delicada: la del trato a la población envejecida. El gobierno pone en marcha el Sueño Feliz, un proyecto frívolo de eutanasia obligatoria para deshacerse impunemente de cualquier persona mayor de 85 años. En esta expansión Medina, de 65 años, será obligado a someterse al proceso a causa de una confusión, un poco antes de la llegada de Carl Stein al edificio.

 

Disponible en Steam (PC) y plataformas móviles (Android & iOS)

Cristina Barreiro

Actualmente parte de mi felicidad viene de estudiar programación de videojuegos y descubrir títulos interesantes junto a mi familia terebita. Me encanta ser consciente de todo lo que me queda por ver y aprender de este mundo. Uno de mis primeros contactos con este arte fue con Majora´s Mask. Tengo un trauma con su luna, pero estoy segura que algún día podré superarlo.

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